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Son el futuro pero, a este paso, siempre lo serán. Los diecinueve mandatarios de los diecinueve países más o menos iberoamericanos, latinoamericanos, latinos o simplemente G-Río, caricatura de G-8 y abreviatura de Grupo de Río, se han reunido en la estación de Mapocho, Santiago de Chile para componer la cara oficial de esa cruz llamada Foro de Sao Paulo. Pero si aquella feria de dictadores comunistas, terroristas de izquierdas, ecologistas criminosos y mandolinas de alquiler es, en efecto, una pesadísima cruz, hay que ver en Mapocho cuánta, cuántísima cara. Si en las cumbres iberoamericanas la retórica suele alcanzar extremos hilarantes, a veces siniestros, esta tenida chilena del G-Río ha alcanzado vértices subterráneos, cimas que son simas, picos desmochados, ha sido algo así como la cordillera diplomática de los Andes hundida en la falla política del Pacífico, el Triángulo de las Bermudas del sentido común.

Infinitas son las bobadas que se han dicho, con Alejandro Toledo como flamante tenor neoincaico y catedrático de prima. Pero por su gravedad cabe destacar las proferidas por el anfitrión entrante, el socialista chileno Ricardo Lagos, y el saliente, esa calamidad colombina bautizada como Andrés Pastrana, aunque merece otro nombre mucho peor. Tras proclamar que “Latinoamérica tiene mucho que decir”, Lagos ha contrapuesto la democracia al bienestar: “los pueblos quieren votar, sí, pero también quieren resultados de progreso material y espiritual”. Como homenaje a Pinochet, escalofriante. ¿Es una prueba de ese “progreso espiritual” que, una vez aclarado y medido, sin duda daría un nuevo rumbo a la izquierda internacional? No lo sabemos. Hasta ahora, a los países democráticos no se les había ocurrido contraponer la libertad al desarrollo, la opulencia material o los dones del espíritu. Probablemente pensaban que la democracia es incluso un buen negocio. A la luz de la cogitación lacustre deben meditar. ¿Qué tal si dejan de votar unos años y se desarrollan espiritualmente? De la caída del Muro al socialismo de Lagos. ¡Qué racha!

Pero el que se ha desbordado es Pastrana, El Orinoco de la Dialéctica. Frase textual en “El Nuevo Herald” del 19-8-01: “Hoy podemos reclamar que nuestros designios, como decía Gabo, han entrado a convertirse en una aspiración occidental y esos designios son los que entienden que en un mundo de creciente interdependencia y globalización no puede existir una brecha entre las naciones sino una alianza para crear oportunidades y afrontar desafíos que nos conduzcan a un mayor y más equitativo desarrollo humano”. Ese que así habla, el compatriota de Gabo, tiene un tercio del país entregado por él mismo a la guerrilla comunista de las FARC, a la que le acaban de pillar tres entrenadores terroristas del IRA que venían precisamente de Casa de Gabo, o sea, de Cuba. Colombia padece un terrorismo atroz, diez o quince mil muertos y varios miles de secuestrados cada año, y es el solar mundial del narcotráfico gracias a la colaboración con las guerrillas. En Colombia hay un guerrillero –más de cuarenta mil– por cada dos soldados –apenas cien mil–, el Estado está desapareciendo en un mar de sangre. ¡Y el Orinoco de la Dialéctica, citando al papagayo de Fidel Castro!

Lagos, concluyente: “Que nadie piense que en la región un golpe de fuerza será legitimado por alguno de nosotros”. Tirofijo se habrá quedado muerto, pero no de miedo. De risa, todo sería de mucha risa si no diera tantísima pena.

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