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Enrique de Diego

Los ideólogos del integrismo

Los Hermanos Musulmanes llevaron una vida tolerada hasta que fueron culpados de un intento de asesinato de Nasser en 1954, lo que ocasionó su ilegalización.

El fracaso del movimiento llevó a una reelaboración radicalizada de su estrategia. El pensador con el que el integrismo toma cuerpo es Sayyid Qotb, autor de A la sombra del Corán y Signos de Pista. Qotb reelaboró el integrismo en torno al concepto yahiliya, el estado de impiedad previo a Mahoma, de impureza e ignorancia. Esa era la situación de las naciones musulmanas, de forma que sus dirigentes eran tan enemigos del Islam como los no musulmanes.

Los nuevos conceptos, como nación, partido y socialismo, eran nuevas formas de idolatría, de politeísmo, frente a Alá, el único soberano; pues la noción de soberanía no existe en El Corán, donde Alá es amo absoluto. Qotb establecía el Islam de la comunidad de los creyentes, Umma, como una utopía religiosa, y rompía los puentes de comunicación o de neutralidad en una moralidad bipolar de contrarios: el Bien y el Mal, el Islam y el no Islam. A las aspiraciones democráticas de algunos sectores contestaba con “Nuestra Constitución es el Corán” y establecía como programa político la imposición de la sharia, la ley coránica. Promovía un instinto de unidad frente a la disgregación de los partidos y se dirigía a un Islam profundo, confrontando religión con política.

Era un tipo de fundamentalismo providencialista, cuyo sentido llevó en su día a la puesta en marcha de la Inquisición en España, con el sencillo mensaje de que la pureza religiosa traería los beneficios de la omnipotencia divina. De hecho, la clave del activismo propuesto era una relectura universal del takfir, el anatema o declaración de impío, por el que se declara a una persona falso musulmán. El creyente tiene la obligación de matarle pues “su sangre es lícita”. Introducía así un elemento autodestructivo, llamado a hacer correr mucha sangre y provocar guerras civiles en los países musulmanes, pues fuera de los integristas, el resto pasaban a ser paganos y el Estado declarado impío, intentando abrir una fosa entre los dirigentes y la masa común.

Casi todas las naciones en formación confrontaban a tal postura el caudal de nuevos sentimientos o reclamaban otras herencias históricas, desde Ciro en Persia hasta el legado de los faraones. La formación de Pakistán motivó un foco importante de integrismo, pues en ese caso se trataba de una creación ex nihilo. No podía plantearse un Estado de los musulmanes, con pluralidad interna al margen del grado de compromiso religioso, sino de un Estado musulmán basado en la identidad de la creencia. Mawdudi reflejó un pensamiento similar al de Qob, insistiendo en los aspectos culturales y morales, en la sharia, destacando el carácter “total” del Islam, con la política como “componente integral e inseparable de la fe islámica”. También consideraba los cinco pilares de la fe islámica –profesión de fe, oración, ayuno del Ramadán, peregrinación a La Meca y zabat o limosna religiosa- una preparación para la jihad, el grado más alto de perfección. El Estado islámico quedaba como esperanza de panacea de todos los problemas. Aunque su partido legal siempre fue minoritario, tuvo una poderosa influencia.

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