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Ni un solo día completo ha disfrutado el PP la gran victoria de Fraga en Galicia. El mismo lunes de plácemes y albricias, Luis Mardones destapaba en el Congreso una de las feas maniobras del Gobierno para ocultar a Rodrigo Rato de la Comisión Gescartera. El martes se produjo la escandalosa adulteración de la fórmula utilizada hasta ahora en la Comisión, siempre con el fin de evitarle a Rato las responsabilidades que, de todas formas, tiene. El miércoles, ataque de epilepsia ministerial, con Villalobos insultando a un senador y Rajoy perdiendo los papeles ante Barranco, que ya es perder y estar de los nervios. ¿Qué nos deparará el jueves? ¿Declarará Piqué la guerra a Matutes? ¿Bombardeará Trillo la Complutense? ¿O simplemente seguirá callado Aznar? De todas las catástrofes posibles, ésta útima es sin duda la más grave de todas, porque es la que viene produciéndose desde la mayoría absoluta y la que ha dejado a este Gobierno para los leones. Y no precisamente los de las Cortes.

Son las circunstancias las que normalmente marcan el deterioro de un Gobierno. A veces, sin embargo, en la lejanía que el Poder procura a sus elegidos para echarlos a perder, son los propios errores los que condenan a un político y a todo un partido a no dar de sí lo que debían o podían. Eso sucede con el Ejecutivo salido de las elecciones de la apoteosis, que está mucho más desgastado, por dentro y por fuera, que el que tuvo que bregar con la pavorosa sequía de escaños del 96. Una vez instalado en el Olimpo monclovita y expuesto el acertijo insoluble de la sucesión, Aznar se dedica a callar y a enfadarse con su entorno político, sin ver que su estruendoso silencio y su cabreado ninguneo del resto del Orbe son los que están dejando por idiotas a los más listos y por neuróticos a los más templados. Gescartera ha puesto contra las cuerdas a un Gobierno y a un partido que dependen de Aznar hasta para respirar, porque así lo ha querido él. Y como, al lado del Presidente, la mismísima Esfinge de Gizeh parece un tertuliano a la vuelta de vacaciones, todo no puede sino empeorar. O se clarea Aznar, baja de la nube y cambia el disco rayado del hermetismo faraónico, o van a crecerle los enanos y hasta las pirámides. Mayormente, de valium.

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