Al paso militar que llevamos –"derecha, izquierda... ¡paso!"–, Luis Aragonés acabará convertido, como el seiscientos, Lola Flores o el "Un, dos, tres" de Chicho Ibáñez Serrador, en un icono español del siglo XX. Es una especie de santón o profeta itinerante, como O Conselheiro de "La guerra del fin del mundo". Me llama mucho la atención, y no es desde hace poco, el efecto que la presencia y el verbo del técnico de Hortaleza ejercen sobre los demás. Cualquier día va a hacer una "pedorreta" y todo el mundo va a alabarle como si hubiera descubierto la vacuna contra el envejecimiento. Del "efecto Luis" no se escapa ni siquiera José Antonio Camacho que, poco antes del "futbolicidio" perpetrado ante los mexicanos, vino a decir, con el orgullo impoluto del alumno aventajado, que si el "sabio" era candidato al banquillo de la selección, él no estorbaría.
Parece que, para el entrenador rojiblanco, todos los caminos conduzcan al banquillo del equipo nacional, aunque a Jesús Gil no le ha sentado excesivamente bien el espíritu dadivoso que demuestra el actual seleccionador. En la presentación del "templo" del Atlético, el dueño del club dejó bien claro que había firmado un "pacto de sangre" con Luis (¿como el que firmó con Lopera en su día?) y que está convencido de que seguirá entrenando al equipo en Primera División la próxima temporada.
Todo dependerá de lo que suceda en el Mundial de Japón y Corea, aunque por lo visto en Huelva no parece que podamos mostrarnos demasiado optimistas al respecto. Nos las prometíamos muy felices, pero al final el proyecto de Camacho ha sido de un recorrido mucho más corto de lo que esperábamos (Si a Javier Clemente se le hubiera ocurrido convocar, por ejemplo, a Juanfran, José Ignacio o Ricardo, habríamos dicho auténticas pestes de él). Si la selección no cumple con un papel digno –pongamos que hablo de los cuartos de final–, Camacho saldrá "tocado" y será el momento de bajar a la arena y comprobar la autenticidad del Rh de ese famoso "pacto sanguíneo".
Me gustaría que Luis llegara a la selección. Según la mayoría de encuestados tendríamos, al fin, el entrenador que realmente merece un fútbol como el nuestro. Hasta Camacho se aparta, consciente de que nada puede hacer contra el mito. No sería bueno para nadie que los aficionados españoles nos quedáramos con el caramelo en la boca, soñando con aquella hipotética Eurocopa que podríamos haber conquistado con Luis, o aquel Mundial en el que deberíamos haber sorprendido a medio mundo. Si hasta Camacho se quita, a Villar no le quedará más remedio que sentar a Luis Aragonés en el banquillo. Al tiempo.

El destino de Luis
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