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En otro tiempo, a Zapatero lo habrían detenido en Tarifa los guardias del rey de España y lo habrían juzgado y condenado por Alta Traición. Milagro sería que salvase el cuello de la horca. ¿Y cómo, si no es de Alta Traición, puede calificarse la visita a Marruecos del jefe de la oposición española en calidad de “mediador” entre ambos países, una visita que ni Marruecos ha solicitado ni España puede, debe ni quiere aceptar como sustituta de la acción de Gobierno? En fin, si la insignificancia de los daños previstos sirve para rebajar el tipo penal, dejémoslo en Baja Traición. Pero traición, sin lugar a dudas. Traición al propio país, traición al Gobierno del propio país y traición a la representación que del propio país supone siempre el ejercer como líder de la Oposición. ¿Pero oposición a qué?

En Gran Bretaña, suele denominarse al líder de la minoría parlamentaria “Jefe de la Real Oposición de Su Majestad”. La fórmula quiso copiarla el PSOE para amaestrar a Fraga en los bancos de la minoría. Y, en parte, lo consiguió. También Aznar ha querido adoptar a Zapatero como su Sagasta, institucionalizarlo, “lealizarlo”, pero es tarea imposible. Mientras González siga pintando tanto en el PSOE, no habrá lealtad del PSOE con un Gobierno del PP. En realidad, Zapatero se presenta en Rabat como jefe de la Leal Oposición de Su Majestad... el Sultán de Marruecos, cuando en todo caso debería ser leal al Rey de España. Los usos británicos, pasados por el Rif, son como “los héroes clásicos pasados por el Callejón del Gato”, según la inmortal definición de Valle Inclán: esperpentos.

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