ETA sigue siendo estructuralmente leninista y aplica con helada precisión la doctrina clásica del totalitarismo de corte soviético: golpear en el eslabón más débil, hasta romper la cadena. Y está claro que en el mapa político vasco, el eslabón más débil de las fuerzas que se resisten al aluvión totalitario es la parte del PSE-EE dispuesta a sumarse como una pieza más al bloque nacionalista PNV-EA-IU, cuya seña de identidad esencial es tener los brazos abiertos (y las espaldas cubiertas) a Batasuna y ETA. No es casualidad que el mismo día en que Egibar repite en el parlamento vasco, con el respaldo de EA e IU, que están dispuestos a "dialogar" con Batasuna, los etarras cumplan su parte en ese trabajo conjunto de demolición del régimen político español asesinado a un edil socialista de los proclives a la colaboración o sumisión ante el nacionalismo. El árbol y las nueces.
El efecto buscado por ETA es evidente: hacer aún más frágil la posición del PSE-PSOE, alimentar la zozobra interna, el miedo, el desconcierto y el sálvese quien pueda, provocando el aislamiento del PP. Los designios de la banda coinciden con los del PNV: romper el "frente" constitucional. Y lo peor es que también coinciden con los de González, Cebrián y Zapatero: romper ese frente y unirse al PNV. Sólo esa coincidencia debería hacer reflexionar a los socialistas. Pero uno tiene la impresión de que las cartas están echadas y la decisión tomada. El eslabón más débil está a punto de romperse.
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