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Toda la palabrería dialoguera de los enterradores políticos de la línea de Redondo Terreros (y de Zapatero cuando la tenía) en el PSE-EE, López y Eguiguren, Eguiguren y López ha durado exactamente hasta el momento de hacerse con el Poder. Desde ese instante, han dejado claro que con el único que quieren dialogar, naturalmente sobre sus condiciones de rendición, es con el PNV. Con la mitad del partido, la que hasta ahora lo ha dirigido, recuperando el prestigio y el arraigo perdidos por la sumisión funcionarial a los gobiernos del PNV patroneada y simbolizada por Ramón Jáuregui, ni palabra. Son tan dialogantes los nuevos héroes de Ferraz y/o Miguel Yuste, que a Mayor Oreja, que no les ha hecho nada, lo insultan; y a Redondo y Totorika, a los que el partido les debe absolutamente todo, los echan de la Ejecutiva a puntapiés. Y es natural: cuanto más viles son los fines, más miserables deben ser los medios.

El “Pacto de San Marcos” entre López y Eguiguren para conseguir la mayoría y repartirse el poder, que fue públicamente denunciado por el alavés Javier Rojo antes de estas elecciones, ha funcionado como una apisonadora, engrasada por la ambición de dos personajes secundarios que nunca hubieran llegado por sí mismos adonde los ha llevado la intriga felipista contra Redondo Terreros y los turbios y discretos oficios de José Blanco, que ya puede presumir de su segunda victoria como Secretario de Organización del PSOE tras liquidar al PSE como partido español y constitucional en el País Vasco. La primera –recuérdese– fue en Galicia, su tierra, donde contribuyó eficaz aunque involuntariamente a la mayoría absoluta de Fraga al promover una candidatura descafeinada y aseadita que se caracterizaba por su oposición al PP y su simpatía hacia el BNG. Los resultados electorales estuvieron al mismo nivel de los propósitos morales.

Ahora la miseria moral es infinitamente mayor y el resultado político será lógicamente peor. Aunque el País vasco sea una sociedad enferma de terror, donde sólo cotizan la fuerza y el miedo, particularmente a través de la nómina, la ruptura con el PP y la sumisión al PNV pasarán factura a un partido que, en teoría al menos, no puede reducirse a un, dos, tres, muchos madrazos. López y Eguiguren no quieren dejar testigos en la escena del crimen, porque crimen contra España y la libertad es lo que han tramado y lo que previsiblemente perpetrarán a nada que el PNV se lo permita. Pero toda España es testigo de lo que han hecho. Y, en su momento, les pasará factura. A ellos y a sus cómplices.

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