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Enrique de Diego

La pastoral de un tal Arzalluz

La pastoral de los obispos vascos no tiene más importancia que los firmantes, porque, en forma y fondo, no pasa de ser un documento en el que se repiten las conocidas tesis del PNV. Más bien las últimas. Porque las primeras incidían en que la ilegalización de Batasuna beneficiaba a ETA. Una burda manipulación, que, con su nerviosismo, los etarras se han encargado de poner en evidencia. Hay una cuestión, desde el punto de vista cristiano, respecto al sentido en sí de la pastoral. Desde el Concilio Vaticano II, la Iglesia recomienda a los laicos la participación activa en la cosa pública, manifestando la autonomía de lo temporal. Es decir, hay materias políticas, que son opinables, y en las que la jerarquía no debe meterse, salvo que adopte una posición cuasi integrista, porque los católicos laicos tienen suficiente madurez para decidir cuál es el criterio moral a adoptar, y éste no es uno solo. El PNV dice que no se debe ilegalizar a Batasuna, coincidiendo con ETA. El PP y el PSOE dicen que ilegalizar a Batasuna reducirá el número de víctimas.

Los militantes del PNV y del PP pueden ser muy buenos católicos manteniendo cualesquiera de esas posturas. Que la jerarquía intervenga en cuestiones opinables fuerza las conciencias y contempla a los fieles como menores de edad. Nada hay en el Evangelio que haga referencia, ni por analogía, a tal debate. Sorprende, además, que se firmen pastorales conjuntas, existiendo la Conferencia Episcopal, porque ello ya es, de por sí, generar la idea de una Iglesia nacional, algo que repugna al mínimo sentido católico. Es pasar de la Iglesia “en” el País Vasco a la Iglesia “del” País Vasco. Pero tampoco hay mucha noticia en la pastoral, porque la coincidencia de la jerarquía y una parte del clero vasco con el nacionalismo –mezclando de manera abusiva religión y política– es una constante. Nada nuevo bajo el sol, que dice el Eclesiastés. Es más grave que se rechacen funerales por las víctimas o que se esconda a asesinos en las parroquias, como ha sucedido.

El terrorismo vasco tiene una relación clara con la crisis del catolicismo vasco, manifestada en el agostamiento casi completo de vocaciones, en las diócesis en su día más vocacionales y misioneras de toda la Iglesia. Hablar casi siempre de política y casi nunca de religión trae estas consecuencias. La pastoral se mimetiza con la postura de un tal Arzalluz y bien podría haber sido escrita por el Euskadi Buru Batzar. Poca imaginación en los obispos vascos.

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