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Enrique de Diego

De la Iglesia católica a la Iglesia caótica

Los obispos vascos han dicho que eso de dad al César, lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios, no tiene vigencia en el País Vasco, donde la religión está tan mezclada con la política que, como es terriblemente habitual en esos casos, el quinto mandamiento no se vive y queda supeditado a cuestiones abstractas. En cuanto obispos, tienen poco que decir sobre la reforma de la Ley de Partidos, porque eso entra dentro de lo opinable, de la autonomía de los laicos.

La respuesta de la Conferencia Episcopal es notoriamente escapista. Decir que no lo sabían hasta poco antes de publicarse es un argumento temporal con fecha de caducidad, porque empiezan a saberlo desde que se publica. Pero, sobre todo, la respuesta en sí es teológicamente absurda. La Iglesia se presenta como católica porque se pretende universal, capaz de mantener una doctrina —ahora se diría, un discurso— en todas partes, con los matices de cada lugar. Señalar que se trata de un mensaje de unos pastores a sus “iglesias particulares” vacía, por de pronto, de contenido a la Conferencia episcopal. Además, da un salto de la Iglesia católica a la Iglesia caótica, como si fuera la yuxtaposición de iglesias particulares. Es una idea muy nacionalista, pero poco católica. El nacionalismo está en las antípodas de la catolicidad, porque niega la existencia de valores universales. Concebir las “iglesias particulares” en un sentido patrimonialista o excluyente es una especie de cisma, al margen de un caos. Repugna al sentido común.

Lo dicho por los obispos vascos no entraña novedad, en el sentido de que la jerarquía y el movimiento nacionalista llevan décadas siendo una misma cosa, pero es notorio que no afecta en exclusiva a los fieles católicos vascos, sino al conjunto de los españoles. La postura de Monseñor Estepa entraña, en ese sentido, una lógica aplastante: la Conferencia Episcopal ya ha tenido conocimiento del panfleto. Ahora parece necesario conocer su opinión. Sin dejar de olvidar, pues estamos en la etapa de las declaraciones de Hacienda, que la Iglesia vive en España de los presupuestos públicos.

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