Viendo al pobre Antonio Orrego Montes, guardia de seguridad de 33 años, recibir palos y más palos de uno, dos, tres y hasta cuatro individuos, unos borrachos y otros colocados, ora con una muleta, ora con los puños cerrados, utilizando al susodicho guardia de seguridad como si fuera un improvisado punching bag, me vino instantáneamente a la cabeza el extraordinario film de ciencia ficción El planeta de los simios de Franklin J. Schaffner. Y en concreto, una escena de dicha película, aquella en la que el astronauta Taylor (Charlton Heston) rompe por fin su silencio –al principio recibe un golpe en la laringe que le impide emitir un sólo sonido durante media hora– y, tras caer prisionero de los animales que le persiguen, grita: "¡quita tus sucias patas de encima, mono asqueroso!". Los monos en cuestión se quedan estupefactos al comprobar que un hombre puede hablar.
Me imagino al señor Orrego chillando lo mismo: "¡quitadme vuestras sucias patas de encima, monos asquerosos!" y, al contrario de lo que sucedía con los monos de Schaffner, recibiendo a continuación más palos todavía, y con más muletas, porque los monos de la película eran racionales, mientras que aquellos que soltaron en el estadio Sánchez Pizjuán poco antes del inicio del Sevilla-Betis no lo eran. Y es precisamente para esa especie de simio, fabricado a la vera del fútbol, para la que tienen que elaborar una legislación especial nuestros políticos antes de que el próximo guardia de seguridad (o futbolista, o periodista, o vendedor de pipas) deje viuda y tres hijos. No bastan las fotos, ni interesa a nadie de quién sea la competencia (si dentro o fuera de los estadios). Si el derbi sevillano se disputó dentro del territorio nacional español –y parece ser que fue así– son las fuerzas de seguridad del Estado las que tienen que proteger a los deportistas y aficionados; y también a los indefensos guardias de la seguridad privada.
No me interesa si son sólo cuatro gamberros borrachos, drogados o faltos de cariño, o si la culpa fue del cha-cha-cha. Tampoco me interesan las desafortunadas manifestaciones del presidente sevillista, José María del Nido, acerca de si tienen o no que clausurar (eso sería lo mínimo) el estadio Sánchez Pizjuán. Ni mucho menos quién es competente o deja de serlo en la materia. Los ciudadanos que pagan sus impuestos tienen derecho a ir al fútbol con tranquilidad, protegidos por aquellos que fueron elegidos para hacerlo. Sin flashes. Sin grandes discursos que salven momentáneamente la papeleta. Sin "politiquilla". Sin salir del paso. Y sin fotos, porque mucho me temo que, como no lo corten de raíz, en la próxima que hagan saldrán muchos más simios que seres humanos.

El planeta de los simios
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