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Enrique de Diego

Si hubiera sucedido en Washington...

Puede que haya sido la sorpresa inherente al rápido y trágico desenlace del secuestro perpetrado por terroristas chechenos, puede que influya en ello el fin de semana soleado, pero, hasta el momento, no se percibe ni la más mínima crítica a Vladimir Putin en nuestros correosos medios de comunicación. Putin ha salido “fortalecido”, es el comentario usual en los informativos. En los medios de papel ningún comentarista encuentra motivo de censura, y casi ni de comentario.

Es muy probable, a tenor de los datos, que el presidente ruso no tuviera otra opción. Los terroristas habían anunciado, a través de su vocero habitual Al Jazeera, su voluntad de inmolarse; se habían exhibido con cinturones de explosivos —cuánto menos curiosa resulta la vanidad de estos patéticos integristas que están dispuestos a irse al paraíso dejando vídeos o permitiendo la entrada a las cámaras de televisión—, habían puesto explosivos en los pilares del teatro, habían asesinado a algunos de sus rehenes y habían establecido un ultimátum para empezar a matar al resto. En efecto, resultaba, técnicamente, casi imposible discernir entre secuestradores y secuestrados.

Con todo es esperable —y lo digo con el máximo de ironía del que soy capaz— que quienes cada día, a la manera de Susan Sarandon, consideran Guantánamo como la muestra más abyecta de la inmundicia de la especie, emprendan una furibunda campaña de denuncia, sin que falten las comparaciones de Putin con Hitler, en las que son tan duchos los socialdemócratas alemanes. En este caso, habría algunas razones para ello: el misterioso gas recuerda el cyclon BX de los campos de exterminio nazis. El número de víctimas inocentes no es elevado, es terrorífico: el primer dato oficial las sitúa en 118, pero hay un número importante de heridos muy graves. Por las imágenes televisivas, servidas con la neutralidad de los buenos tiempos soviéticos, las autoridades rechazan dar información del lugar donde se encuentran los heridos y de su situación. Los familiares vagan, mientras se les cierran todas las puertas. Las autoridades no quieren informar de la composición de la letal droga, lo que dificulta de manera muy sensible el tratamiento médico. Además, los terroristas han sido “ejecutados”, algunos con especial enseñamiento, cuando estaban dormidos o paralizados.

La pregunta está en el título: ¿qué hubiera pasado si esto hubiera sucedido en Washington? ¿Si hubiera pasado sólo una décima o centésima parte? ¿Cómo estarían ahora las portadas de nuestros tabloides y los sumarios de nuestros informativos? ¿Cómo bramarían una buena parte de nuestros columnistas y tertulianos? ¿En qué lugar del infierno dantesco se situaría a Bush? Puede apostarse que no habrá escándalo —Chechenia no tiene ningún Guantánamo, no llegan. Rusia ejerce el eco de sortilegio de la antigua URSS, como Estados Unidos provoca los más bajos instintos antilibertarios y anticapitalistas. Habrá que convenir con Revel que nuestros medios de comunicación siguen bajo la paranoia antinorteamericana, dominados por un paisaje de viejos rockeros comunistas a los que, sin alternativa que ofrecer, les queda, exacerbada, la paranoia contra el gran Satán estadounidense, ahora bajo el luciferino Bush, al lado de los cuales Putin es un angelito. ¿Doble moral? A tope. Estomagante, como el gas de marras.

Si hubiera sucedido en Washington...


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