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Enrique de Diego

Zaplana pasa el relevo a Camps

El carácter abierto que las encuestas conceden a las próximas elecciones municipales y autonómicas ha dado un nuevo sentido de inquietud a las diversas confrontaciones. La Comunidad Valenciana parecía al margen de cualquier incertidumbre, dada la elevada distancia de anteriores comicios entre PP y PSOE, situada por encima de los catorce puntos. Sin embargo, la marcha de Eduardo Zaplana ha abierto interrogantes al introducirse la variable de un nuevo candidato.

El pasado fin de semana el actual ministro de Trabajo escenificó, con la suficiente solemnidad, en Alicante (elección correcta, pues esta provincia es la que decide las elecciones), el pase del relevo a Francisco Camps, la nueva oferta del PP para la presidencia de la Generalitat. Camps era el delfín lógico, por su estricta fidelidad a Zaplana. Puede decirse que ha ido siendo preparado por su partido para el actual reto, a través de una serie de ascensos continuos en el escalafón. Ha sido concejal en el Ayuntamiento de Valencia, diputado nacional, consejero de la Generalitat valenciana y vicepresidente del Congreso de los Diputados, además de ostentar diversos cargos en el partido regional y nacional. Al mitin de proclamación, asistió Javier Arenas, quien, en ocasiones, ha sido situado en una relación no demasiado fluida con Zaplana. La idea de una renovación generacional, si bien mitigada y pactada, fue explicitada por Zaplana, quien, refiriéndose a Arenas, dijo que antes se les situaba a ambos como jóvenes valores del partido, y ahora ya no entraban en esa categoría.

La disputa electoral en la Comunidad Valenciana es importante, porque del análisis de los datos nacionales se deduce que las dos autonomías donde se produjo el trasvase de votos del PSOE al PP fueron Madrid y Comunidad Valenciana. Sin ganar en ambos lugares no es posible acceder a La Moncloa. Mientras, en Madrid, Zapatero ha movido ficha, en la Comunidad Valenciana ha preferido sostener a Joan Ignasi Pla, apostando por la pacificación del partido, después de las intensas disputas internas que lo asolaron en la pasada legislatura.

El PSOE nacional acaricia la idea de la posibilidad de que, siendo el PP el partido más votado, pierda la mayoría absoluta. Para ello, en Ferraz confían en que los nacionalistas (expancatalanistas) del Bloque Nacionalista Valenciano superen el listón del cinco por ciento, que la ley valenciana exige para obtener representación. Sin embargo, el PSOE autonómico ha filtrado, poco después de la proclamación de Camps, una encuesta propia en la que juega con similar escenario, aunque en este caso sería Izquierda Unida la que evitaría la hecatombe y estaría en condiciones de formar gobierno con los socialistas. Esta hipótesis parece más increíble, pero se acomoda mejor a los deseos socialistas, porque el Bloque ha mantenido siempre una buena relación con el PP y estaría, en principio, más proclive a ese pacto. La encuesta filtrada por el PP señala, por el contrario, la posibilidad de que mejore resultados, arañando en los restos del naufragio del regionalismo de centroderecha de Unión Valenciana.

La oferta de Francisco Camps, siendo un político sólido y de larga trayectoria, tiene su primer obstáculo en el desconocimiento por parte del electorado, sobre todo en comparación con Zaplana, por lo que el PP ha hecho un auténtico despliegue de cartelería por toda la Comunidad, que ha dado a las calles el paisaje de plena campaña electoral.

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