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Zapatero miente por partida doble al negarse a ir a la manifestación contra los últimos asesinatos, torturas, encarcelamientos y feroces condenas de la dictadura castrista. No va a la manifestación contra Cuba (el Estado represor, no la nación esclava) porque no le da la gana manifestarse contra Castro, el dictador favorito de todas las izquierdas. Y la prueba es que dice que él nunca va a manifestaciones ante las embajadas cuando ésta se va a celebrar en la Puerta del Sol, y a la que sí tuvo lugar ante la embajada criminosa tampoco fue su partido, ni siquiera al acto en la Asociación de la Prensa de Madrid por “problemas de agenda”. Los problemas que tiene el PSOE no son precisamente de agenda; son más bien de ética, de coherencia y hasta de concordancia. Lo menos que se puede exigir a un mentiroso es una cierta continuidad gramatical en el argumento de la trola. Pero Zapatero, Caldera, Blanco y compañía se han acostumbrado ya a la fórmula soviética de su compañero de pancarta Llamazares: mentir sobre lo que sea y todo lo que sea menester, pero insistir una mil veces en la mentira, hasta que parezca verdad.

La verdad es que socialistas y comunistas han sido siempre y siguen siendo ahora los más fervorosos defensores de la dictadura castrista. Es imposible olvidar las imágenes de González bailoteando en Tropicana con el criminal barbudo o abrazándole sonriente y feliz durante una escala en Barajas. Y acaso esa efusión podría compensarse con la cordialidad de Fraga y los servicios de Matutes al sátrapa caribeño o con la repelente estampa del Rey y Aznar departiendo con Castro en Oporto el mismo día en que Garzón empezaba la caza y captura de Pinochet, apoteosis de la doble moral y de la infamia ideológica de las izquierdas españolas. Lo que no tiene enmienda ni compensación posibles es la permanente tarea que el PSOE, a través del siniestro Martínez, lleva a cabo en las instituciones europeas para favorecer los intereses del castrismo. Y lo que no tiene enmienda ni olvido es la negativa del PSOE, ya en el Gobierno, a aprobar una propuesta de la Alianza Popular de entonces para pedir la liberación de Eloy Gutiérrez Menoyo y demás presos políticos cubanos. Tampoco la campaña implacable del PSOE, el PCE y el diario El País, cuando el PP llegó al Poder, para que rectificara su política de apoyo a la oposición al castrismo. Algo que, por desgracia, consiguieron.

Zapatero ha sido culiparlante y aquiescente en muchas siniestras jornadas parlamentarias de las izquierdas españolas que se convirtieron en una descarada apología del terrorismo castrista. Es coherente con su pasado no apoyar a los que luchan por la libertad de Cuba. Pero si elige mentir, debería mentir un poco mejor. Después de pasarse dos meses detrás de una pancarta junto a Llamazares y contra Aznar y Bush, podría haber disimulado un poco en la Puerta del Sol. Donde, por cierto, en su presencia se defendió a Castro, a Chávez y a Sadam Husein mientras se llamaba “asesinos” a los líderes políticos occidentales más consecuentes con la defensa de la libertad. En realidad, Zapatero no pinta nada junto a los cubanos anticastristas, siempre despreciados y agredidos por una izquierda cuya única idea política es el odio a los USA y el apoyo a cualquiera de sus enemigos, por criminal que sea. Pero ha perdido la ocasión de disimular, que, por cierto, buena falta le hace.

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