Somos muchos los que estamos hastiados de la cantinela de “compañeros y compañeras”, “ciudadanos y ciudadanas”, “los vascos y las vascas”, etc. Se trata de expresiones poco sinceras, a veces más falsas que Judas. La prueba es que jamás oirán ustedes “parados y paradas”, “especuladores y especuladoras”, “los ladrones y las ladronas”. Es decir, cuando el nombre tiene un cierto tono despectivo o negativo entonces se pronuncia solo en masculino. La decisión resulta caprichosa. Por otra parte, por muy consciente que sea el orador al pronunciar las dos versiones (masculina y femenina), en cuanto se descuida un poco se queda solo con el masculino. Pero en ese caso la forma masculina no puede aspirar al carácter genérico que posee de antemano. Estamos, pues, ante un redoblado machismo cuando es lo que se desea evitar. Al final, confusión. Es lo que debe evitarse con el uso del lenguaje común o coloquial. La fórmula de “compañeros y compañeras” conduce inevitablemente a oscurecer el lenguaje. Acabaremos diciendo “poetas y poetisas” o “periodistas y periodistos”; es decir, una bobada.
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