Aunque ha dicho que no se siente solo ni aislado en un cónclave donde 23 de los 25 participantes rechazan lo que él defiende, Aznar sabe mejor que nadie hasta qué punto es incómodo andar por el monte solo como los gitanos de Lorca. Lo viene haciendo toda su vida política y no parece haberle ido muy mal.
Por de pronto, su amigo Berlusconi inició la sesión de la cumbre europea asegurando en un ejemplo de lealtad que el interés europeo no coincidía con el de los “pequeños países”, entre los que obviamente están los lituanos pero también los polacos y... los españoles. Italia, junto con Alemania, Francia, Reino Unido y Bélgica forma parte de los “grandes”. Pero Aznar dijo también un tanto ufano que era veterano en estas cumbres y sabía muy bien lo que significaban los discursos y las negociaciones. Lo importante es quién al final se lleva el gato al agua.
Algo ha quedado claro tras las primeras horas de la cumbre romana: el deseado consenso que permita a finales de año proclamar la nueva Constitución europea coincidiendo con el fin de la presidencia italiana, hoy por hoy es apenas un hermoso sueño. Hay Conferencia Intergubernamental para rato si las cosas siguen como están. Si acaso en junio del año próximo podría al fin salir “fumata blanca” de la CI (Conferencia Intergubernamental).
Berlusconi dijo estos días que debía evitarse la “embestida de Aznar” porque el presidente español era una mezcla de toro y torero, es decir, que sabía esquivar las cornadas y propinarlas. Lo que parece claro es que, aún orgullosamente solo, Aznar no será fácil de convencer ni de neutralizar en las negociaciones que vienen. No pretende ganar por goleada ni seguramente bloquear la Conferencia con su intransigencia pero tampoco cederá de gratis y sin conseguir en contrapartida algunas compensaciones.
En las próximas semanas sabremos de qué compensaciones se trata y cómo introducirlas en un texto que alemanes, franceses e italianos, dan prematuramente por cerrado.
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