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Daniel Rodríguez Herrera

Un futuro sin licencias radiofónicas

 
Alfredo Romeo nos revelaba hace unos días el debate que está teniendo lugar en EE.UU. sobre la necesidad de licencias para emitir en el espectro radioeléctrico. Como sabemos, para que exista una necesidad de asignar derechos de propiedad sobre un bien, éste debe cumplir algún requisito, principalmente el de ser escaso. La novedad es que, aunque todos concibamos el espectro como un bien escaso y, por tanto, susceptible de derechos de propiedad (aún en la pérfida forma que adoptan al ser concedidos graciosamente por las administraciones), las nuevas tecnologías podrían hacer tambalear esta presunción.
 
Para entenderlo, consideremos el reducidísimo espacio que, dentro del mundo de las ondas, ocupa aquello que oímos los seres humanos. Por ese espectro circulan sonidos de la más variada especie, interfiriendo unos con otros. Sin embargo, incluso en un estadio de fútbol lleno de gente, solemos ser capaces de distinguir las palabras del amigo que tenemos a nuestro lado de los gritos del resto de espectadores.
 
En parte, esto sucede porque lo tenemos cerca. Sin embargo, si nuestro amigo, en lugar de ser una persona, fuese una antena emisora de radio y nosotros un receptor convencional, seríamos incapaces de diferenciar su emisión del bullicio general. Esto es debido a que los receptores de radio son incapaces de diferenciar entre emisiones más que por una de sus múltiples características: la frecuencia. De ahí que se use el dial y sólo el dial para cambiar de emisora. Los seres humanos, en cambio, hemos evolucionado para distinguir un buen montón de características dentro del espectro que somos capaces de percibir. Especialmente si se trata de voz.
 
Las nuevas tecnologías de telecomunicación e informática pueden permitir que los receptores empiecen a diferenciar entre distintas emisiones, reduciendo los problemas que causan las interferencias y permitiendo a varios emisores compartir una misma frecuencia. Empleando estándares de diferenciación entre emisores de respeto obligado por todos ellos, podríamos dejar de necesitar licencias para emitir, del mismo modo que no las necesitamos para publicar una página en Internet.
 
Esto sí que sería un salto cualitativo y no la "radio digital", que no representa más que un intento de acomodar las nuevas tecnologías a los viejos supuestos de espectro escaso. Pero queda que los políticos decidan deshacerse de un poder arbitrario, con lo que les gusta.

Daniel Rodríguez Herrera es editor de Programación en castellano.

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