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Agapito Maestre

España aún vive

Bono quería darles compasión a los lisiados, a las víctimas, sin percatarse de que él era el único disminuido en esa manifestación. Sentí compasión del personaje, pero no piedad. Se había ganado a pulso el incidente

Me pidió el inteligente Francisco Rosell, director de El Mundo de Andalucía, una crónica sobre la manifestación de la AVT. Quería contrastarla con la aparecida el domingo en la sección de nacional. Me puse al asunto, pero sin prestarle demasiada atención a lo publicado en Madrid. No quería entrar en la provocación de Bono a los que allí estábamos y menos todavía deseaba comentar la foto de portada de El Mundo. Sin embargo, conforme escribía no pude reprimir mi modo de ver la cosa. He aquí lo primero que salió publicado en El Mundo de Andalucía y, después, mi comentario a los lamentables insultos con que fue abucheado el ministro de Defensa por no estar en su lugar. Por impostar su función en un acontecimiento democrático.
 
“Cinco de la tarde. Sol claro y preciso. Sol de Madrid. Sol de diamante puro. España entera estaba entre una diosa, Cibeles, y el astro rey, Sol. No necesitábamos más dioses ni otros reyes. Nos sobraban también gobernantes. Sólo éramos gentes asistiendo a una llamada de la AVT. Pronto vimos su sentido. Allí estábamos para convertirnos en demócratas. La convocatoria estaba hecha por las víctimas. Nos daban la oportunidad de ser ciudadanos. Su generosidad era impagable. Nos hacían el favor de enseñarnos su secreto español. La esperanza rescatada de la fatalidad del asesinato terrorista, la libertad, nos transformaba en ciudadanos. Esa es, hoy, la base de la democracia de España. Más aún, el único hilo del que pende España como nación. El fondo común de los congregados es fácil de comprender: con la sangre de los caídos no se trafica ni se negocia, porque es la base de la vida democrática. De España.
 
La gente se agolpaba entre el Banco de España y el Ministerio del Ejército. Eran las cinco pasadas y el tráfico en la plaza de Cibeles aún no lo habían cortado. Muchas personas se acordaban de los muertos de Gallardón. La gente aplaudía a Álvarez del Manzano que buscaba un lugar discreto en la parte de atrás. Personas lisiadas de amplias sonrisas encabezan la manifestación. Sus rostros privados en un lugar público eran un canto a la belleza. Brillaban. Para entonces la gente había dejado de protestar contra el alcalde; al fin, habían cortado el tráfico para que los manifestantes se movieran con comodidad. Miles de personas seguían llegando y los políticos ya habían sido desbordados. La manifestación abriría los telediarios. El de Torredonjimeno y los suyos, o sea, los españoles ya teníamos ganado la batalla. Los telediarios de la noche tenían que abrir con la manifestación. Así que ZP guardará silencio y tomará nota.
 
La primera manifestación convocada por la AVT fue un éxito. Su consigna política un hallazgo: España no está muerta. Han matado a muchos españoles, pero nos queda su memoria, su dignidad y su justicia. Son las bases para que España no se sienta compadecida por nadie. España sólo quiere ser nación, y las víctimas, modelos de ciudadanía. Las víctimas son, en verdad, ciudadanos que nos permiten ejercer la memoria, la dignidad y la justicia. Las víctimas no hacen un grandioso favor. Este es el punto de encuentro de quienes asistimos a ese grandioso acontecimiento político. También la batalla de las cifras estaba ganada. Poco importa los miles de personas de más o de menos que ofrezca la policía municipal. De Cibeles a Sol, poco más de quinientos metros, algunos han tardado más de dos horas en hacer el recorrido. Miles de personas caminan unidas. Unas van calladas, otras hablan y, de repente, todas se unen con un grito: España. Al oír esta palabra, todos se percatan de que esto, la manifestación, no es un cortejo fúnebre para enterrar a nadie. Esto no es un acto de lisiados mentales. Todos se sienten muy vivos. Todos comienzan a gritar contra ZP y Peces Barba. Todos se sienten ciudadanos dispuestos a dar la batalla por el suelo que los acoge, por la historia que los identifica y por un sentimiento común, digno de ser racionalizado, llamado España.”
 
Hasta aquí mi crónica para El Mundo de Andalucía. Porque no tenía más espacio quedó fuera el siguiente comentario final: “Al lado de este gran acontecimiento democrático, genuinamente político, de la primera manifestación de la AVT, no merece la pena entretenerse con Bono. En cualquier caso, rechazo y desapruebo lo sucedido. La conducta de los increpantes no tiene justificación. Tampoco la de Bono. Fue a por votos y se llevo improperios. Estaba en su salsa. Quiso provocar y lo consiguió. Tenía que salir en los papeles y, por eso, no fue como ministro ni como ciudadano. Fue como un híbrido. Nada bueno puede salir de algo así. Fue emboscado, pero el olfato del ciudadano descubrió su impostura. Bono ya no es nada, aunque salga en los papeles “solidarizándose” con lloriqueos retóricos. Bono, pobrecito, es ya menos que ZP y Peces Barba”.
 
La impostura es más dañina que la cobardía. Ésta se la ve de lejos. Aquélla nos engaña de cerca. Bono quería darles compasión a los lisiados, a las víctimas, sin percatarse de que él era el único disminuido en esa manifestación. Sentí compasión del personaje, pero no piedad. Se había ganado a pulso el incidente. Nadie sabía si estaba con los políticos o con los ciudadanos. No se había enterado de que la AVT había organizado un acto para que nos hiciéramos ciudadanos y, por eso, reservó un lugar determinado para los políticos profesionales. Él no quiso estar allí. No quería que le viesen con los del PP ni con sus compañeros de partido. Por Dios, diría el ministro, como podría yo ponerme al mismo nivel que Rafael Simancas y Jordi Sevilla. Quiso estar a por todas y, encima, no desautorizar al Gobierno. Imposible.
 
Pero, al margen de este desgraciado incidente, la manifestación de la AVT ha descubierto a los impostores de España. Bono, pobrecito, es sólo un ejemplo de impostor, pero, por desgracia, no el más peligroso. O si no que le pregunten a Peces Barba.

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