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Federico Jiménez Losantos

Zapatero se instala en Perpiñán

La diplomacia secreta de ZP con los dos aliados de ETA, Imaz por el PNV del Plan Ibarreche y Carod por la ERC de Perpiñán, supone la ruptura total y absoluta por parte del Gobierno del Pacto Antiterrorista

Como reconoce implícita y explícitamente un editorial de “El Mundo”, al reunirse en secreto con Carod Rovira en la Moncloa para hablar de la política sobre terrorismo y más concretamente sobre el terrorismo de ETA, José Luis Rodríguez Zapatero ha legitimado la criminal alianza que la ETA y ERC sellaron en Perpiñán, cuando acordaron liberar de sus obligaciones asesinas a la banda en territorio catalán a cambio de concentrar sus esfuerzos criminales en el resto de España y de contar con ERC como representante político para rentabilizarlos mejor. Que haya trascendido esta reunión  secreta, por no decir clandestina, inmediatamente después del estallido de un coche bomba en Madrid (donde deben estallar los coches bomba, según la ética de Rovireche) subraya el escándalo que supone esta abdicación del Gobierno en la lucha contra ETA, al tiempo que clarifica la escalofriante improvisación, la falta de criterio y la ausencia de vergüenza cívica que inspiran la acción de este Gobierno, presuntamente de España, pero que realmente, parece más bien a las órdenes y en manos de sus peores enemigos.
 
Como también reconoce “El Mundo”, ERC ha sacado la consecuencia lógica de tanta obsequiosidad secreta: todos los caminos de la negociación están abiertos con la ETA, y sin los separatistas los encargados de transitarlos. De la forma delictuosa que en ellos era habitual, ya el PSOE de González lo intentó con Vera y Belloch, directamente en Argel e indirectamente a través del zascandil Pérez Esquivel, que junto a Paesa y el Capitán Khan constituyen los hitos de la trayectoria política del biministro de Mr. X. Los resultados, ahí están. El único gobierno serio y coherente en la lucha contra ETA, que ha sido el del PP, hizo lo que probablemente tenía que hacer (salvo la presencia de Arriola) tras la famosa tregua-trampa, asumiendo la responsabilidad del contacto y levantando acta de su ineficacia. Todo fue discreto, nada secreto. Y es que ni se puede ni se debe tratar en secreto con una banda terrorista, salvo que el Gobierno, en este caso el de Rodríguez Zapatero, se instale en la ilegalidad y, lo que es peor, en la ilegitimidad.
 
Ambas cosas las ha hecho, y de forma irreversible, Rodríguez Zapatero. Ambas las ha perpetrado, además, de forma zarrapastrosa y chapucera. Pero eso es lo de menos. Lo grave no es que lo hayan pillado y que ERC haya presumido de la fechoría sino que Zapatero la haya cometido. Por eso es sencillamente intolerable que “El País” le reproche editorialmente un comportamiento diríase que impropio de “un profesional de la política”. Aunque de menor rango que Cebrián, pero, a cambio, con dedicación exclusiva, Zapatero lleva veinte años dedicado profesionalmente a la política. Sabe lo que hace o debe saberlo. Y aunque llevara sólo un par de años su responsabilidad sería la misma, porque él ha jurado o prometido el cargo de Presidente del Gobierno de España y tan alto honor, el mayor que existe de carácter electivo, supone una altísima obligación contraída con todos los ciudadanos, incluidos todos los que no le votan. Es inútil que busquen los esbirros imperiales la fuente de la indiscreción que ha permitido conocer este encuentro secreto, salvo que se acerquen por el Carmelo y encuentren a algún comisario político de la Cheka o a algún periodista de la agencia Tass. Ahí, tal vez. El mefítico ambiente informativo de Cataluña ha producido una intoxicación tan grave y generalizada que quizás sus efectos abarquen ya a todo el territorio nacional.
 
La diplomacia secreta de ZP con los dos aliados de ETA, Imaz por el PNV del Plan Ibarreche y Carod por la  ERC de Perpiñán, supone la ruptura total y absoluta por parte del Gobierno del Pacto Antiterrorista. Y, de paso, instala la capital política de España en Perpiñán, quizás porque no se les ha ocurrido desterrarla más lejos. Estos que vivimos son para los españoles días de infamia y vergüenza. Tampoco han dejado de ser de sangre y es de temer que lo sean más. Antes de morir, dijo Jovellanos: “¡Nación sin cabeza... desdichado de mí!” . Y eso que, pese a su clarividencia, no conocía a Zapatero.

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