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Agapito Maestre

Mar afuera

Hay que ser bárbaro, impostor y mentiroso para pretender ocultar la grandeza y el valor de los símbolos… El símbolo es el medio fundamental del conocimiento

La muerte del Papa más español de todos los tiempos no se merecía el comportamiento mísero de este Gobierno. Declarar un día de luto por la muerte del Papa es tan ridículo como querer fijar una posición moral e ideológica para toda una nación apoyándose, simplemente, en una película defensora de la eutanasia. El Gobierno ha sido desbordado, una vez más, por su ineptitud ideológica. Hasta Castro, el dictador más hipócrita de la historia de América, los ha rebasado en generosidad. Ha asistido a misa y ha declarado más días de luto que Zapatero. Ha demostrado que, al menos, es más astuto que sus seguidores.
 
El laicismo anticlerical de este Ejecutivo es tan burdo que ni siquiera les ha permitido reaccionar ante la genuina muerte de un hombre, el Papa, que al hacer de la agonía, de la lucha, la esencia de su cristianismo se ha comportado del modo más español que cabe esperar. Sí, señoritos gobernantes, para la alta cultura española de todos los tiempos  más que vivir y morir es saber comportarse, conducirse, ante la vida y la muerte. Quien tiene una conducta grande ante una y otra, no lo duden, ha hecho de la profesión de hombre la primera entre las profesiones españolas.
 
Unamuno fue de los más grandes, en nuestra época, que nos inició en esa profesión. Zapatero lea, pues, al de Bilbao y logrará entender algo sobre la grandiosidad de la muerte de este Papa. Si Unamuno no le sirve, acepte las palabras de su discípula, María Zambrano, esa señora del pensamiento de la que tanto abusan sus asesores, cuando dice que “la lucha con el Dios desconocido es una vuelta a la edad del sacrificio. Saber sacrificar y sacrificarse es la suprema sabiduría del hombre.” Saber sacrificarse, saber ir Mar afuera, es difícil para ustedes, pero resulta imprescindible para que logren comprender porque los ciudadanos están con el Papa y no con la  roña de su Gobierno.
 
El comportamiento mísero, a todas luces rácano y ridículo, del Gobierno de España ante la muerte del hombre que no sólo contribuyó de modo decisivo al derrumbe del totalitarismo, sino que también fue capaz de recuperar la esencia del cristianismo en un sentido unamuniano, o sea, oponiendo a la teología de la liberación la teología de la Cruz, y borrando  la palabrería y la faramalla ideológica con hechos reales, merecía un poco más de sensibilidad. Especialmente odiosa, como casi siempre que se habla de religión, me ha parecido la posición de Bono, la coartada triste del régimen de Zapatero, quien ha revelado la mayor de sus imposturas al decir que “no  tiene importancia haber declarado sólo un día de luto, pues, al fin y  al cabo, era algo simbólico”.
 
Hay que ser bárbaro, impostor y mentiroso para pretender ocultar la grandeza y el valor de los símbolos… El símbolo es el medio fundamental del conocimiento. Y, precisamente, porque es un símbolo para conocer su dolor, su actitud ante la muerte de un Jefe de Estado, que no paralizaría la vida económica y política del país, la vida “material”, tendría que haber sido este Gobierno generoso con los días de luto. ¡Terrible! Bono sería capaz de decir, ay, que no es necesario creer en la resurrección para ser cristiano, y se quedaría tan pancho. Esta gente parece no haberse enterado de que hasta la vida de la razón, como diría Santayana, entraña sacrificio. Y un poco de estilo. Finura.

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