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Agapito Maestre

¿Objeción de conciencia?

La objeción de conciencia es, seguramente, el grado más alto al que puede aspirar una personalidad que llamamos genuinamente moral

Hay muchas formas de acabar con el Estado de Derecho. Hay muchas formas de negar la nación española. Hay muchas formas de acceder al poder a través del engaño ideológico. El PSOE ha utilizado casi todas. Entre ellas, sin duda alguna, la voluntad permanente de sustituir la verdad por la mentira, la genuina política por el cambalache victimista y, en fin, mantener que la única certeza es la socialista, resulta la más perversa. Es tarea inaplazable, pues, para el pensamiento libre refutar la ideología que termina negando lo real con esos engaños permanentes. Es tarea vital para quien escribe combatir la ideología, esa sucesión lógica de razonamientos, que ocultan la realidad concreta, la vida. Es tarea prioritaria decirle al ministro, al viejo amigo López Aguilar, que se equivoca gravemente al despreciar a alguien que actúan anteponiendo su conciencia a lo que ella considera una norma injusta del Estado.
 
Y porque gracias a este tipo de conductas el Estado de derecho no es algo fijo, acabado, una simple ley sobre matrimonios homosexuales, sino algo vivo, pura energeia, una realidad viva y creadora haría bien el ministro de Justicia en rectificar su pobrísimo y torpe razonamiento contra el recurso a la objeción de conciencia de una funcionaria del Estado. El ministro ha descalificado el comportamiento de una mujer por negarse a casar parejas homosexuales por razones de conciencia. Pero, lo que es más grave, ha sugerido que la “objeción de conciencia” es una cosa demasiado seria para que pueda ser esgrimida por una funcionaria de juzgados. Me ha decepcionado. Pensé que López Aguilar sabría estar a la altura de las circunstancias, pero se ha igualado en cicatería totalitaria a su segundo en el ministerio.
 
De ninguna manera, pues, el argumento utilizado por esta mujer es una banalidad. No, amigo Juan Fernando, te equivocas. Y, sobre todo, te engañas, porque quieres engañar a los demás con la razón de Estado por encima de la razón moral. La objeción de conciencia es, seguramente, el grado más alto al que puede aspirar una personalidad que llamamos genuinamente moral. Es algo complicado de comprender para quien la moral es una palabra vacía o una referencia para engañar al contrario. Ya sé, como tú, que no todo el mundo puede ser moral. Ser moral es tan difícil como tener gusto. Es algo que exige perfeccionamiento, tesón y, sobre todo, mucha inteligencia. Condiciones imprescindibles para alcanzar una sólida conciencia moral capaz de decir al Estado injusto: No. Me niego a casar parejas homosexuales con esta ley. Razón: mi conciencia no me lo permite.
 
Se necesita mucho coraje moral y político, y mucha inteligencia, para llegar a tal conclusión. Por eso, me parece que ningún ministro, ningún hombre de Estado, pueda tomarse el asunto como una banalidad. Mientras esperamos que se ejerza esa objeción de conciencia, el silencio, al fin, hubiera sido más elegante.

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