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Agapito Maestre

Educación, sociedad civil y Estado

La manifestación contra la LOE fue, en fin, algo más que una protesta contra el Gobierno. Fue un grito de afirmación democrática de la sociedad civil española más desarrollada

El sábado fue un día grande para el desarrollo de la democracia en España. A los participantes de la manifestación contra la LOE no los movía el odio a un proyecto de ley, prueba de lo que digo es que no hubo ni un solo incidente durante su transcurso, sino un impulso ciudadano, lleno de alegría y vitalidad, muy lejano a cualquier instinto gregario, que aspira sólo y únicamente a una educación por el esfuerzo y la excelencia. Semejante impulso, sin duda alguna, es difícil de captar por una sociedad ovina, que siempre está dispuesta a dejarse llevar por las consignas totalitarias de una izquierda tan obtusa para dinamizar sus inercias, hoy, como malvada fue, ayer, para estabular a los individuos.
 
¿Quién estaba el sábado en la manifestación? Lo mejor de cada casa. La flor y nata de la sociedad civil española estuvo manifestándose en Madrid. Todos estaban mezclados, pero todos eran diferentes: ateos y cristianos, laicos y clérigos, agnósticos y creyentes, votantes del PP y del PSOE (sic), viejos y jóvenes, hombres y mujeres, defensores de la enseñanza pública, (sic) la privada y la concertada… Sí, todos estaban unidos por la afirmación de un sentimiento común: la educación es libre o no es. Tres millones y medio de firmas, que le presentaron hace tiempo al presidente de Gobierno para dialogar sobre el valor de la educación, y un millón y medio de personas en la calle el sábado pasado no es algo improvisado. Es un hecho político de extraordinaria importancia. Más aún, es una tesis política de la cual depende la vida futura de la nación española.
 
El sábado no se discutía sólo por la asignatura de Religión o la de “Educación en la ciudadanía”, o por la fragmentación de la educación nacional, o por las subvenciones a la enseñanza concertada, o por los límites a la enseñanza privada, o por la libertad de elección de los padres a elegir el centro de sus hijos, o por tantas otras cosas dignas de atención. No, con ser importantes todos esos asuntos, la cuestión determinante de los manifestantes, de la sociedad civil presente en un acto, es la libertad de enseñanza. La cuestión decisiva, desde el punto de vista democrático, es limitar al Estado el monopolio de la enseñanza. La crítica del sábado al Gobierno era fundamentalmente política. Se trataba, por encima de cualquier otra cosa, de devolverle a la sociedad su poder democrático, porque el Estado ni es infalible ni tiene el derecho a imponer su doctrina.
 
Medida democrática es, desde el punto de vista de la Constitución del 78, el punto cuarto del manifiesto contra la LOE: “La reforma desconoce los derechos y libertades que en materia educativa reconoce nuestra Constitución; el derecho de los padres a decidir sobre el tipo de educación que quieren para sus hijos; el derecho a la gratuidad en los niveles básicos y obligatorios; el derecho de los padres a elegir centro sin distinción; el derecho de los centros de promoción privada a recibir fondos públicos; el derecho a crear y dirigir centros educativos y, finalmente, el derecho a definir el carácter o idearios de los centros.” Y norma ajustada a un genuino Estado de Derecho es el punto quinto del Manifiesto: “La educación es responsabilidad y derecho de los padres, y el Estado sólo tiene una función subsidiaria. Los poderes públicos no tienen el derecho de educar a los ciudadanos, sino que tienen que asegurar la libertad de los padres para decidir el tipo de enseñanza que desean, sin otros límites que los constitucionales.”
 
A la luz de esas dos declaraciones de principios no puedo dejar de afirmar que las consideraciones del Gobierno a la manifestación del sábado son patéticas. En efecto, nadie asistió engañado por las consignas del PP o de la Iglesia católica. Nadie se manifestaba para conseguir un poquito más de la tarta de la LOE. Nadie quería migajas. El PSOE juzga a los demás con parámetros obsoletos más propios de sociedades cerradas que de sociedades democráticas. ¡Hay que ser torpes, o muy perversos, para decir que una manifestación de un millón y medio de personas estaba movida por las mentiras del PP y la Conferencia Episcopal! Cualquier persona sensata se pararía ante el acontecimiento de un millón y medio de personas en la calle. Las cifras, al menos, deberían servir para que recapacitaran con un poco más de prudencia los intérpretes del gobierno de la gran manifestación del 12 de noviembre.
 
Por cierto: ¿Cuándo el PSOE ha sido capaz de sacar a la calle un millón y medio de personas? Su poder de agitación y propaganda tiene sus límites, especialmente cuando se le ha enfrentado una sociedad civil sana y desarrollada democráticamente. He ahí un motivo justificado para la esperanza. No todo es pesimismo. La sociedad civil más desarrollada salió a la calle porque ya no traga con todos esos refritos ideológicos del PSOE: “los curas quieren más dinero”, “el PP engaña a la sociedad”, etc. El personal exquisito y civilizado, que se fue el sábado hasta la Puerta de Alcalá, hace ya tiempo que pasa de las consignas. Más aún, el personal maduro que allí estaba ha aprendido a mirar con distancia el viejo laicismo, que termina imponiendo la peor de las religiones, la del ateísmo. El cesarismo que lo soporta es su peor lacra. Los manifestantes del sábado pasan, en fin, del anticlericalismo, porque hace tiempo que han experimentado en sus propias carnes, a veces de forma grosera, que todo “anticlericalismo” es la peor expresión de la incultura dominante, formada por millones de esclavos de una “sociedad” profundamente nihilista.
 
La manifestación contra la LOE fue, en fin, algo más que una protesta contra el Gobierno. Fue un grito de afirmación democrática de la sociedad civil española más desarrollada. Quien allí no estuvo simbólicamente tendrá que explicar los motivos de su ausencia. Pues que lo contrario es un desprecio por los ciudadanos que luchan por la libertad de toda la sociedad civil. Detrás de cada manifestante había una experiencia de lucha por la libertad… Una lucha porque el monopolio de la enseñanza, que durante tanto tiempo ha sido llevado a cabo por el Estado, vuelva a la sociedad civil de la que surgió.

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