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Tibor R. Machan

Ya se me ocurrirá algo

Claro que cuando la gente se acostumbra a ver al Gobierno y a los políticos como sus salvadores, el "ya se me ocurrirá algo" desaparece y la gente prefiere acudir a solicitar favores a las autoridades municipales y a los congresistas.

A menudo, cuando un reto inesperado se le presenta a una persona y un amigo le pregunta "¿qué piensas hacer?", la contestación suele ser: "ya se me ocurrirá algo".

Esa contestación y la actitud que hay detrás de ella caracterizan la manera de analizar y resolver problemas en una sociedad libre. Al contrario de lo que sucede en el Estado niñera, que requiere de inmensas burocracias para planificar supuestas soluciones, en una sociedad libre los problemas se dejan en manos de los ciudadanos, quienes individualmente o en colaboración con otros los encaran y resuelven. Esta manera de hacer las cosas suele lograr mucho mejores resultados, entre otras cosas porque el conocimiento directo en el foco del problema es mucho más útil que el de los burócratas en un ministerio o en la capital, con sus enredadas teorías sobre lo que le conviene a la sociedad entera.

Pero si uno cree que la respuesta a los retos requiere de una fórmula bien establecida y de la fuerza gubernamental en su aplicación, eso de "ya se me ocurrirá" es totalmente inaceptable. Claro que la historia y la experiencia personal respecto a la manera de actuar de los gobiernos nos deja claro que (a) los burócratas no saben cómo hacerlo o no se molestan en resolver los problemas y (b) esos funcionarios tienen sus propias prioridades, por lo cual suelen aportar soluciones no a los problemas comunes de los ciudadanos, sino a lo que ellos consideran realmente importante.

Esta es la esencia de la teoría de la adopción de decisiones económicas y políticas por la que el profesor James Buchanan recibió el Premio Nobel de economía en 1986. Los llamados servidores públicos tienden a dedicarse a resolver los problemas particulares de grupos específicos, aquellos que interesan a los políticos y a los candidatos.

Hay muy pocos problemas al que todos nos enfrentemos. En realidad, grupos e individuos distintos afrontan problemas diferentes, en medidas diferentes y con distintos niveles de urgencia, por lo que no existen soluciones aplicables a todos, que es lo que el Gobierno suele proponer.

No es que los políticos y los burócratas sean mezquinos, sino que tienen sus propios intereses, algunos con buenas pero a menudo equivocadas intenciones, por lo que no conviene encargarlos de resolver nuestros problemas.

Incluso cuando se trata de funcionarios dedicados y trabajadores que logran algún bien, los resultados suelen lograrlos a un coste excesivo. Pienso en ello cuando una familia de ingresos limitados se ve obligada a emplear sus ahorros en pagar impuestos, en lugar de comprar neumáticos nuevos para su viejo auto, por lo que todos mueren en un accidente.

Claro que cuando la gente se acostumbra a ver al Gobierno y a los políticos como sus salvadores, el "ya se me ocurrirá algo" desaparece y la gente prefiere acudir a solicitar favores a las autoridades municipales y a los congresistas. Pero, a fin de cuentas, no hay mejor solución que la iniciativa individual porque allí suele concentrarse el conocimiento necesario para encarar los problemas.

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