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Agapito Maestre

La perversidad de los políticos

Los culpables de lo que se nos avecina son los políticos, pero la chusma no hará nada contra ellos.

Blanco, sí, José Blanco, el hombre de confianza de Zapatero, ha hecho una crítica acertada, acertadísima, de la situación de Rajoy. Sus palabras no admiten observaciones: "Es patético el acto de Valladolid. Si Rajoy fuera el líder del PP, no habría necesitado ese acto de reafirmación." Cuando alguien como Blanco, un político de corte populista y rastrero, zarrapastroso y faltón, ineducado y pragmático, dice algo con tanto sentido es que las cosas no pueden estar peor para los españoles y mejor para los políticos. Todo está claro. Todo es previsible entre la casta de los políticos. Todo se resume en un panorama sombrío. En otras palabras, el congreso del PP será un desastre y la crisis económica golpeará a los españoles sin misericordia.

Los culpables de lo que se nos avecina son los políticos, pero la chusma no hará nada contra ellos. Menos todavía harán las "élites" chismosas que comen en sus manos. Son las reglas. Ellos matan de lo que viven y el respetable se ríe. No escribo, como diría un cursi, descarnadamente, sino como quieren los políticos. Sin matices. O blanco o negro, o Zapatero o Rajoy. Eso es todo. Miseria o miseria. Los matices no son cosas de políticos, tampoco de quienes escriben a sus dictados, o sea, casi todos los que se asoman a los medios de comunicación. Nadie, pues, está dispuesto a matizar y razonar, a ofrecer razones para la comunidad. He ahí la consecuencia más nefasta producida por la terrible casta política que domina España. Nadie, pues, matiza, pero, además, el poder de esta gente ha conseguido rechazar todo razonamiento que pongan en cuestión su verborrea retórica o sus vacías acciones.

Existen, naturalmente, políticos sensatos, dispuestos a oír a personas con criterio, pero lo normal es que no escuchen a nadie que diga algo sensato. Lo suyo es ponerse a la cabeza de las exigencias más descerebradas. Son "políticos basura", sí, políticos que, en principio, no tienen conciencia de su maldad. Se venden como inofensivos, pero constituyen el grupo mejor organizado contra la estabilidad de la sociedad. Zapatero y Rajoy, sin ninguno género de dudas, pertenecen a este afamado grupo de políticos-basura, que sólo buscan mayorías aplastantes para instalarse en el poder sin otro ánimo que pasar la vida lo mejor posible. O sea, timando a los hombres-masa que simulan patrocinar, cuando en realidad sólo se ponen, insisto, en la cabeza de la manifestación, y despreciando a los grupos de excelencia que intentan sobrevivir con decencia.

Las declaraciones últimas de estos dos personajes confirman lo que digo. Zapatero miente con ánimo de estimular no se sabe muy bien a quién, pues ya me dirán la gracia que le hará, por ejemplo, a un parado, que alguien le diga, por muy presidente del Gobierno de España que sea, que España está preparada para afrontar la crisis económica... ¿Sabrá este Zapatero distinguir el optimismo político del pesimismo ciudadano? Obviamente, no; Zapatero dice esto como mañana puede decir lo contrario. Es un irresponsable. Un tipo peligroso. Es tan poco inofensivo como su retórico oponente, Rajoy, que no ha tenido la menor vergüenza al decir: "Nunca haré conscientemente daño al PP." Sólo faltaba que este irresponsable, este hombre incapaz de hacer autocrítica a sus dos grandes fracasos electorales, fuera consciente de que está fracturando el partido con mayor número de militantes de toda Europa.

En fin, las declaraciones de estos dos políticos son peor que salvajes. Son sectarias. Niegan eso otro, por obvio que sea, que daría razón de su sinrazón. Niegan, sí, que los seres humanos más desarrollados no están por el sí o el no, por el blanco o el negro, sino por la posibilidad de matizar, de seguir razonando y sintiendo, o sea, de seguir viviendo en un edificio del que ellos ya están fuera. Lo ven desde lejos. Malo es cuando alguien, como es el caso de estos dos políticos, sólo percibe la silueta total de una casa compleja, es la señal de que ya no viven en ella. Le han puesto el cártel: se vende. Ellos sólo quieren una comisión.

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