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Guillermo Dupuy

La cumbre de la coartada

Una vez que resulta contraproducente electoralmente negar la crisis, la imagen de que el problema nos lo han causado desde fuera y de que nuestro Gobierno puede ser alivio y solución del mismo, se ha conviertido en el principal objetivo propagandístico.

A muchos les habrá podido sorprender –no sin razón– el tesón y la confianza mostrados por Zapatero desde que, por boca de Sarkozy, conocimos por primera vez que la presencia de España no estaba prevista en la Cumbre que, supuestamente, va a reformar en Washington el sistema monetario y financiero internacional. Lo lógico en una persona como Zapatero hubiera sido reaccionar tratando de restar importancia a la cumbre y a nuestra ausencia en ella, tal y como, de hecho, hicieron al conocer la noticia, no pocos de sus ministros, empezando por el vicepresidente económico.

Zapatero, sin embargo, continúo impertérrito destacando, prácticamente en solitario, la importancia de esa cumbre y su plena confianza en que su Gobierno sería finalmente invitado. Esta apuesta de Zapatero era sumamente arriesgada porque ponía en valor ante la opinión pública la importancia de la cumbre y, con ella, el fracaso de nuestra política exterior si finalmente se confirmaba nuestra ausencia.

Creo, sin embargo, que con esa apuesta Zapatero no trataba prioritariamente de maquillar su política exterior sino, más bien, su política económica. De hecho, colarse de rondón y a última hora, como prácticamente ha hecho España gracias al Gobierno francés, bien podría haber seguido siendo evidencia de ese fracaso de nuestra política exterior, si no fuera, claro está, por la irresponsable condescendencia que, también en este asunto, está mostrando el principal partido de la oposición.

Lo fundamental para Zapatero es desviar la atención hacia el exterior para situar allí el origen y toda la responsabilidad de la crisis económica que aquí padecemos de manera mucho más cruda. Una vez que resulta contraproducente electoralmente negar la existencia de la crisis, la imagen de que el problema económico nos lo han causado desde fuera y de que nuestro Gobierno puede ser alivio y solución del mismo, se ha convertido en el principal objetivo propagandístico en esta segunda legislatura.

Por lo pronto, la cumbre de Washington ya ha servido de excusa al Ejecutivo de Zapatero para no comparecer y dar explicaciones ante el descomunal e histórico incremento del paro en octubre. Al posponer las explicaciones sobre el desempleo hasta la comparecencia en la que se informe de los resultados de la Cumbre, los socialistas tratan de fijar la atención exclusivamente en la crisis financiera internacional, ocultando así otros problemas internos de nuestra economía y la desatendida necesidad de emprender reformas estructurales. Si encima la culpa de esta crisis financiera internacional, única responsable de nuestros problemas, se atribuye al "neoliberalismo", miel sobre hojuelas para los fines propagandísticos de Zapatero.

En cuanto al contenido de la Cumbre, y al margen de la presencia de España en ella, no tengo esperanza alguna en que de ella salga reforma liberal alguna para acabar con el monopolio de emisión de moneda que gozan los bancos centrales y con los privilegios que los Gobiernos conceden a los banqueros. Más bien, creo que vamos a asistir –lo estamos haciendo ya– al reforzado "retorno de los que causaron el trastorno", tal y como decía el otro día Rodríguez Braun parafraseando a Ortega.

De lo que ya no tengo apenas dudas es de que Zapatero va a tratar de dar en Washington, con la irresponsable colaboración de la oposición, un paso decisivo para tratar de convertir la crisis económica en una oportunidad electoral.

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