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Agapito Maestre

Liderazgo nervioso

La contingencia de la democracia no puede cerrarse con la decisión de un "a priori" del jefe burocrático. Quien trata de fijar el futuro sin tener en cuenta la historia democrática, corre el riesgo de ejercer un liderazgo mediocre y miedoso.

Estoy convencido de que Rajoy pudiera ganar las próximas elecciones generales, entre otros motivos, porque Zapatero es una nulidad como gobernante. Sin embargo, debería cuidarse el jefe de la oposición de su exagerado burocratismo, sí, de ese afán por adelantarse a fijar el futuro de sus compañeros como si se tratara de su propio puesto. Ahí hallo más debilidad política que certeza democrática. Entre el hiperactivismo y la relajación, Rajoy muestra un cierto nerviosismo, por no llamarle miedo, cuando invita, o peor, exige a sus compañeros de partido un compromiso público para ser candidatos a determinados cargos en la vida institucional y en el aparato del partido.

Ese comportamiento parece más propio de un geómetra que de un político; naturalmente, otros verán en esa actitud más un síntoma de debilidad, de apariencia de autoridad, que de ejercicio democrático del liderazgo. Desde luego, si la política es el arte de lo a posteriori, entonces resulta difícil mantener que Rajoy esté haciéndolo bien a la hora de legitimar su liderazgo con esta "política" de nombramientos. Nadie puede tomar decisiones geométricas "futuras" sin contar con las circunstancias históricas o, lo que es lo mismo en el sistema democrático, electorales. Nadie con sentido democrático puede prever cuál será el futuro, por ejemplo, de María Dolores Cospedal, actual secretaria general del PP, en su partido sin tener en cuenta el resultado electoral de su candidatura a la presidencia de la comunidad de Castilla-La Mancha.

Algo similar podría decirse sobre la necesidad "imperiosa" e ineludible de postular ya, cuando todavía faltan dos años para las elecciones, la candidatura de Esperanza Aguirre a la presidencia de la Comunidad de Madrid. Sería menester que, antes de exigir a alguien su postulación para un puesto, se discutiera no sólo su idoneidad sino que se debatiera la conveniencia de esa candidatura y, sobre todo, se escucharan las razones de los interesados a favor o en contra para esos cargos. Creo que es no sólo sensato, sino también democrático lo dicho por la propia Aguirre: antes de optar a la revalidación electoral de su cargo en la comunidad, sería menester llevar a cabo un balance de su gestión al frente del mesogobierno madrileño.

En fin, parece de sentido común, o sea político, que los nombramientos que lleve a cabo un líder, en este caso el señor Rajoy, estén acompañados de las circunstancias históricas y personales de los protagonistas. Sin embargo, percibo que ese afán de Rajoy por situar a cada uno de sus correligionarios políticos, como son los casos de Alberto Ruiz Gallardón, Esperanza Aguirre y María Dolores de Cospedal, en determinados puestos burocráticos y políticos, reflejan más un déficit que una garantía de la democracia dentro del partido. Creo que Rajoy tiende a olvidar esas circunstancias genuinamente políticas, o mejor dicho, democráticas, que rodean la vida de los partidos.

La contingencia de la democracia no puede cerrarse con la decisión de un "a priori" del jefe burocrático. Quien trata de fijar el futuro sin tener en cuenta la historia democrática, el devenir político cotidiano, corre el riesgo no sólo de ejercer un liderazgo mediocre y miedoso, sino también de negar un ámbito de posibilidades en las que pudieran surgir nuevos líderes y nuevas formas de hacer política. En otras palabras, diseñar el futuro sin tener en cuenta el pasado, el presente y, sobre todo, el acontecer de la propia vida política institucional y contrainstitucional es tanto como pretender negar la creatividad de la historia, o peor, obstruir y bloquear los espacios políticos en el que otros políticos profesionales, u otros agentes de la sociedad civil, pudieran transformar las fuerzas y contradicciones del devenir histórico y social en potencias individuales.

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