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Gina Montaner

Sexo, e-mails y mentiras

Para mayor guasa, resulta ser que durante la campaña presidencial McCain llegó a considerarlo como posible candidato a la vicepresidencia, algo que también se especuló con John Edwards en las filas demócratas.

Hoy en día las huellas del pecado están por doquier. Ahora queda el rastro de los haikus virtuales en Twitter, los chats inanes en Facebook, los apurados mensajes de texto en los móviles y los e-mails, que son lo que queda de la carta tradicional sobre el papel perfumado. Si no, que se lo pregunten a Mark Sanford, el afligido gobernador de Carolina del Sur.

Está visto que Sanford no aprendió la lección de aquellos yuppies adúlteros que protagonizaban Sexo, mentiras y cintas de vídeo, ópera prima de Steven Soderbergh que dejaba al descubierto la telaraña de falsedades que muchas veces recubre el fondo de la cuestión. Pero, en honor a la verdad, el político republicano es uno más en la infinita lista de figuras públicas que caen en desgracia por una liason dangereuse. Para mayor guasa, resulta ser que durante la campaña presidencial McCain llegó a considerarlo como posible candidato a la vicepresidencia, algo que también se especuló con John Edwards en las filas demócratas. Después de que estallara el escándalo de la presunta hija natural de Edwards, su carrera política se deshizo y hace meses que no se le ve el pelo, lo que en su caso no es tarea fácil, porque presumía de tupido Pompadour. El gobernador de Carolina de Sur va por el mismo camino y ya le ha dicho adiós a sus aspiraciones presidenciales en el 2012.

El objeto del oscuro deseo de Sanford es una mujer argentina cuyo nombre, dicen, es María, como la chica de West Side Story. Para poder encontrarse con su amante, el político montó un entramado de fabricaciones que ha acabado por salpicar a su staff y gente de confianza. En un intento por ocultar la desbandada del jefe, sus empleados aseguraron que estaba haciendo trekking en los Apalaches, cuando en verdad estaba bailando el último tango. Pero no en París, como Marlon Brando y esa otra María Schneider, sino en Buenos Aires, que, a fin de cuentas, es la cuna de este baile tan erótico y sensual como los correos electrónicos que intercambiaba el gobernador con su amiga íntima. El diario The State ha filtrado algunos de los mensajes en los que éste evoca con nostalgia y apetito las caderas generosas y la piel bronceada de su enamorada. En sus breves misivas internáuticas Sanford le reconoce a "María" que está hecho un lío, y que no sabe cómo podría acabar este romance tan imposible. Bien, ya tiene la respuesta: como el rosario de la aurora. Primera plana de todos los periódicos y objeto de chanza en los blogs y tertulias.

Algunos, como Bill Clinton, han sobrevivido al escarnio público. El ex presidente logró librarse de una acusación de perjurio, de la prueba irrefutable de un vestido que nunca pasó por la tintorería y el amor despechado de una becaria ilusionada. Otros, sin embargo, no tuvieron tan buena estrella. Ése fue el caso de Gary Hart. En 1988 su casi segura carrera a la presidencia se paró en seco tras la publicación de una comprometedora foto con la modelo Donna Rice. Y recientemente el demócrata Eliot Spitzer tuvo que dimitir de su cargo de gobernador de Nueva York, cuando el New York Times reveló que era un asiduo cliente de prostitutas de lujo. Ahora a Mark Sanford le han dado la bienvenida en el club de VIPS que se lo jugaron todo por probar el jugoso fruto de la tentación.

El gobernador de Carolina del Sur compareció ante la prensa titubeante, arrepentido y cabizbajo. Según él, durante su escapada a Argentina no hizo más que llorar y aseguró que su affaire había terminado. Lastimoso, imploró a los medios que no asediaran su hogar por el bien de su esposa y de sus hijos. Fue una súplica inútil y pueril por parte de alguien que conoce bien el precio y las obligaciones del reconocimiento público. Mark Sanford no pidió prudencia y consideración para su amante argentina. La mujer de cintura hospitalaria y labios generosos con la que se marcó más de un tango. "La vida es un cambalache", debió pensar María parapetada en su departamento bonaerense.

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