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Adolfo D. Lozano

Por qué engordamos al dejar de fumar

Fumar para perder peso es como beber whisky para calmar la sed. De nuevo se demuestra que evitar la hiperinsulinemia (léase evitar sobreconsumo de carbohidratos) y combatir la inflamación es el secreto para reducir el exceso de grasa corporal.

Que tendemos a perder peso cuando fumamos, y a ganarlo cuando dejamos el tabaco no sólo es algo que creamos por experiencia propia o ajena, o porque lo hayamos oído. Las estadísticas lo avalan. Por ejemplo, un estudio del año 2000 demostraba que las mujeres embarazadas que fuman apenas ganan peso, cuando en condiciones normales una mujer embarazada está hormonalmente predispuesta a aumentar de peso. Y es que la nicotina puede considerarse como una de las sustancias más exitosas para perder peso de la historia. Como he expuesto en repetidas ocasiones, en los años 20 y 30 del siglo pasado la idea de los carbohidratos en general y el azúcar en particular como culpables del sobrepeso era bastante aceptada, tanto médica como popularmente; una idea que no sería cuestionada hasta que tras la Segunda Guerra Mundial sobrevino la fiebre grasofóbica. Pues bien, precisamente en 1925 la marca de cigarrillos Lucky Strike lanzó una campaña que decía algo así como "Tómate un Lucky en lugar de un dulce". Poco después, en 1928, aquella inicial campaña fue modificada para ser aún más explícita: "Para una figura más delgada: Tómate un Lucky en lugar de un dulce". Cualquiera que repase las imágenes publicitarias de Lucky Strike encontrará la constante de mujeres esbeltas y atractivas. Tras el éxito cosechado por esta marca, Phillip Morris sacó al mercado en 1968 otra marca de cigarrillos cuyo nombre era una declaración de intenciones: Virginia Slims (‘slim’ significa ‘delgado’). E incluso en los años 70 patrocinó la Asociación de Tenis Femenino (WTA). Por fortuna, la buena opinión sobre el tabaco para nuestra salud es cosa del pasado.

Aproximadamente, se considera que dos tercios de las personas que dejan de fumar ganan peso al hacerlo. Siendo cierto que el tabaco reduce el apetito, se suele creer que fumar hace perder peso simplemente porque reduce el consumo calórico. Pero como señaló en 1987 Judith Rodin tras analizar la cuestión, no hay incrementos de comida significativos a partir del segundo mes tras dejar de fumar. Además los fumadores son más sedentarios, hacen por tanto menos ejercicio físico que quienes no fuman. Una vez más, la idea de que engordamos simplemente porque comemos más, no hacemos ejercicio suficiente, o una mezcla de ambas, se demuestra fallida.

Recordemos, como señalé en mi artículo anterior, que la cantidad y zona de acumulación de grasa corporal está en gran medida determinada por la actividad de una enzima denominada lipoproteína lipasa (LPL). Cuando ésta se activa en las células grasas de una zona determinada, nuestro cuerpo aumenta ahí nuestra grasa corporal. Y el activador maestro del LPL en las células grasas es la insulina alta. Escenario que se tiende a producir cuando seguimos una dieta alta en carbohidratos. ¿Por qué recuerdo esto? Porque la nicotina tiene bastante que decir en todo este asunto. En primer lugar, es cierto y tiene sentido que al fumar nuestro apetito se reduzca, ya que la nicotina hace descender la insulina segregada por nuestro páncreas, lo que mantiene más elevados nuestros niveles de glucosa o azúcar en sangre (y esto hace que nuestro cerebro no demande comer tanto). Esto mismo se ve agravado por que la nicotina aumenta nuestra hormona adrenalina, y a su vez la adrenalina fuerza que haya niveles altos de glucosa en sangre. También la adrenalina aumenta nuestra respiración, tensión y ritmo cardíacos, y puede ser un mecanismo de supervivencia que se disparen sus niveles ante una situación de pánico. Si se pretende huir de una amenaza inminente y la glucosa en sangre está baja (se tiene una hipoglucemia), auguro un final poco esperanzador.

Pero con la llamada de la hormona adrenalina hay algo mucho más importante que el que mantenga alta nuestra glucosa y esto eventualmente limite nuestro apetito: esta hormona hace que se libere grasa (ácidos grasos en concreto) de nuestras células grasas, lo cual de nuevo tiene sentido ante esa situación de pánico que mencionaba, ya que esa grasa es empleable ahora como energía. En el fondo, la clave de la cuestión de la nicotina y la pérdida de peso podría centrarse en que la nicotina reduce la actividad de la lipoproteína lipasa en las células grasas. Es decir, nuestro cuerpo va a encontrar más difícil acumular grasa corporal (sin lipoproteína lipasa en una célula grasa, el triglicérido no se va a descomponer, y no entrará en esa célula, por tanto no podemos crear más grasa corporal eficientemente). Pero curiosamente aquí no acaba todo, ya que la nicotina aumenta la lipoproteína lipasa en las células musculares, en cuyo caso nuestro cuerpo quema grasa corporal eficientemente.

En suma, la nicotina inhibe la formación de nueva grasa corporal y tiende a poner a nuestro cuerpo en situación de usar la grasa de nuestra corriente sanguínea para generar energía (‘quemarla’ o, técnicamente, oxidarla). Ésta, y no la reducción de apetito, es la clave para entender por qué la nicotina es una de las sustancias para perder peso más exitosas. Cuando al comienzo del artículo hablaba de que las mujeres embarazadas están predispuestas a ganar peso, quería referirme a que precisamente las embarazadas activan su lipoproteína lipasa en células grasas de sus caderas y pechos. Una situación que, como vemos, fuerza a revertir la nicotina. Por desgracia, esta sustancia tiene muchos problemas. No sólo el cáncer de pulmón y tantos otros perjuicios conocidos del tabaco. En concreto, la nicotina favorece a largo plazo el desarrollo de resistencia a la insulina (nuestras células se "resisten" a reconocer la insulina y nuestro páncreas empieza a segregar más de modo exagerado), antesala de la diabetes. Esto quizás explica por qué muchos fumadores con los años tienden a estar menos inmunizados contra el sobrepeso y por qué el tabaco es un factor de riesgo cardiovascular: probablemente porque desajusta el equilibrio y coordinación entre glucosa e insulina, lo cual desmanda la inflamación a nivel general.

Fumar para perder peso es como beber whisky para calmar la sed. De nuevo se demuestra que evitar la hiperinsulinemia (léase evitar sobreconsumo de carbohidratos) y combatir la inflamación es el secreto para reducir el exceso de grasa corporal. Y que debemos pensar en términos hormonales, no quedarnos en el simplista y fraudulento pensamiento calórico. Para ello no hace falta esperar un milagro, ni píldoras mágicas o un avance de la ciencia. Simplemente hay que seguir una dieta antiinflamatoria. Además reducirás también en el camino la resistencia a la insulina, la diabetes y la enfermedad cardiovascular. El paso es fácil. Sólo hay que darlo.

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