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Federico Jiménez Losantos

El PP ya sólo depende del PP

El PSOE es incapaz de ser una oposición leal de la misma forma que es incapaz de ser un Gobierno leal.

La elección de Rubalcaba frente a Chacón tiene un inconveniente: que la oposición democrática no existirá o no actuará de forma democrática, que viene a ser lo mismo. También lo habría hecho de ganar Chacón, que insistió mucho más que Rubalcaba en la movilización de "la calle", es decir, de la violencia callejera contra los elegidos en las urnas, pero con la lideresa nacionalista catalana, medio PSOE se habría opuesto sordamente a esa estrategia. Pero también tiene una ventaja: el publicismo alucinatorio y el chisporroteo demagógico chaconista difícilmente podrán configurar una seria oposición interna a Rubalcaba, del que no cabe esperar cosa buena pero tampoco nueva. Lo de Rubalcaba será lo de siempre: Rubalcaba. El PSOE seguirá siendo lo mismo: el PSOE.

Para España hubiera sido mejor que del Congreso del PSOE hubiera salido una oposición digna de este nombre, que se presentara como alternativa real al Gobierno, pero que fuera leal a la nación y a la Constitución. Como eso equivale a decir que el PSOE debería haberse negado a sí mismo, nadie habrá quedado sorprendido ni chasqueado. El PSOE es incapaz de ser una oposición leal de la misma forma que es incapaz de ser un Gobierno leal. Si no se cree en la Nación, en la libertad y en la Ley, sólo pueden ser lo que son: oportunistas a la espera de una ocasión propicia para asaltar el Poder.

Para el PP la elección de Rubalcaba para seguir al frente del PSOE es una excelente noticia, si es que Rajoy está decidido realmente a gobernar. Sin un líder enfrente que ilusione y aglutine a la izquierda, el PP no depende del fallo del contrario, que ya viene fallido de fábrica, sino de sí mismo. Si es capaz de abordar en toda su amplitud y profundidad las reformas que España necesita, consolidará una clara mayoría electoral y dejará al PSOE donde está: compartiendo impotencia con los comunistas, con la barahúnda de los nacionalismos y con la infame turba del perroflautismo de ocasión. Si se tiene clara una política de orden público, ni siquiera la calle albergará esa oposición a todo que no es alternativa a nada. A nada serio, se entiende.

La incógnita es si este Gobierno se ha tomado en serio, pero de verdad, su tarea política; si no se arrellanará en la comodidad de una oposición roma; si no vegetará en el fácil consenso de una Izquierda impotente a cambio de evitar la tarea que las circunstancias y su responsabilidad le obligan a abordar. Hace falta, como mínimo, un año para que la crisis económica toque fondo y otro año para empezar a recuperarnos del inmenso destrozo socialista, pero el PSOE le ha regalado ese tiempo. Rubalcaba sólo puede aspirar a administrar el desgaste del Gobierno del PP; no la oposición a las reformas del Gobierno, sino la cobardía o la incapacidad de hacerlas. Si el PP toma la iniciativa –como ha hecho ya en ciertos sectores– al PSOE sólo le quedará una salida política: elegir dentro de dos años un candidato a la Moncloa que no se parezca a Rubalcaba. Y, a ser posible, que no sea Rubalcaba. Sólo la gravedad de la crisis económica, institucional y política supone una cierta incertidumbre en el futuro del Gobierno de Rajoy. Pero el PSOE se ha descartado como primera opción. El PP sólo depende del PP.

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