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Agapito Maestre

Rasgaduras y cruces

Nada tiene que ver Tàpies con Dalí, y menos todavía con el compromiso estético de Antonio López. No me imagino al artista catalán obsesionado por pintar 'El sol del membrillo' o dar el último toque al cuadro de la Familia Real

El mercado, el Estado y la teoría definen el arte de Tàpies. En verdad, la evaluación de su arte es ajena a su propia creatividad. Es uno más, entre los buenos y correctos pintores abstractos de postguerra. En el contexto de las postvanguardias, Tàpies repite, repite y repite el gesto de rebelión contra el arte figurativo que hicieron las vanguardias. El contenido de esa rebelión puede ser, o mejor, casi siempre es nulo. Las vanguardias pudieron ser transgresoras, pero, sin duda, aquello que una vez tuvo un carácter transgresor ya ha quedado incrustado en los museos como una tradición vacía. Ahí, en las postvanguardias, se sitúa la contribución de Tàpies al arte de nuestro tiempo.

La pregunta obvia es: ¿Quién define el contenido emancipatorio, si es que lo hubiera, de ese arte? Desde luego, y esto es lo trágico, no el propio arte, sino el mercado y el Estado, que compran o rechazan esos cuadros, y una curiosa teoría que el propio artista elabora para vendernos su cuadro como arte. Me apasiona tan poco esa explicación como las obras de Tàpies. Siento, pues, la muerte de Tàpies. Siento la muerte de un hombre, pero mucho menos de su arte. Su curiosa personalidad se adaptó perfectamente a los cambios históricos. Su arte era y es de la misma condición. Artista de todas las estaciones. Fue un hombre muy acomodaticio a todos los tiempos.
 
Tàpies fue un hombre extremadamente listo con un desarrollado instinto de la oportunidad. El gran Eugenio D´Ors lo ayudó y trató con mimo en el franquismo y, después, ya se sabe, fue un pintor institucional. ¿Quién se atreve a colgar un Tàpies en su casa? Su arte es para lugares públicos. Es un arte de encargo. Su tiempo de realización está muy tasado. Sus cuadros están en las antípodas de la anchura del tiempo artístico. Renunció desde el principio a capturar el tiempo para sus cuadros. En fin, es raro no ver un Tàpies por cualquier "oficina" pública de España y, sobre todo, de Cataluña. Tàpies está en todas partes. Lo decisivo de Tàpies es la cotización; en este punto, si se me permite decir así, pocos pintores españoles son más universales que él.
 
Nada tiene que ver Tàpies con Dalí, y menos todavía con el compromiso estético de Antonio López. No me imagino yo al artista catalán obsesionado por pintar El sol de Membrillo o dar el último toque al cuadro de la Familia Real. Su asunto es otro que, por desgracia, apenas tiene que ver con el arte, sino con la teoría.  Fue, siempre, un pintor sin compromiso. Abstracto. El llamado "arte" de postvanguardia, universalista y sin raíces le vino como anillo al dedo. Al informalismo, a su abstracta pintura, le bastaba colocar unos cuantos guiños en el cuadro para ganarse fácilmente el favor del mercado o del Estado. En fin, Tàpies fue un buen pintor sin compromiso artístico. Otra cosa es su estética. Sus obsesivas repeticiones no han logrado jamás atraerme, entre otras razones, porque el arte que se soporta en una teoría apenas me  interesa. Él escribió más de siete libros para justificar que su "arte" era arte.
 
Descanse en paz.
 
 
El señor Antoni Tàpies i Puig, pintor, nació en Barcelona el 13 de diciembre de 1923 y falleció en la misma ciudad el 6 de febrero de 2012, a los 88 años de edad.

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