El español medio que paga sus impuestos e intenta llegar a fin de mes poco tiene de qué arrepentirse, salvo de haber elegido a unos pésimos gobernantes; eso, los que votaran a Zapatero, porque a los demás ni siquiera esa culpa nos alcanza
Las cifras del déficit de las administraciones públicas correspondiente al ejercicio 2011 ha seguido el guion previsto, pulverizando al alza el desfase máximo a que el anterior gobierno se había comprometido con las autoridades europeas. Nadie puede sorprenderse de un dato, este 8,51 por ciento, que ya era conocido por los actuales responsables de la economía española tan sólo unos días después de tomar posesión. Tampoco de que Montoro haya preferido diluir la responsabilidad de este desastre en las cuentas públicas, endosando la culpa de que la clase política haya gastado 90.000 millones de euros más de lo previsto no a sus responsables directos, sino en general a España. A los españoles, le faltó decir, y la impresión causada hubiera sido la misma.
Sin embargo, el español medio que paga sus impuestos e intenta llegar a fin de mes poco tiene de qué arrepentirse, salvo de haber elegido a unos pésimos gobernantes para llevar las riendas del país y además por dos veces. Eso, los que votaran a Zapatero, porque los que hemos mantenido siempre una higiénica distancia con la izquierda ni siquiera esa culpa nos alcanza.
En mi caso, estoy dispuesto a testificar ante cualquier tribunal que jamás aprobé la construcción de aeropuertos en los que no aterrizan aviones, ni creado empresas públicas ruinosas, ni robado dinero de los ERE, ni arruinado una sola caja de ahorros, ni otorgado subvenciones a los sindicatos para que metan el dinero en fondos d e inversión, ni trincado varios latisueldos simultáneos, ni participado en mariscadas pagadas con fondos públicos, ni abierto embajadas en el extranjero, ni financiado políticas lingüísticas o producciones subvencionadas de cine español. De hecho ni siquiera tengo coche oficial con chófer para ir a la piscina climatizada en los ratos de ocio, así que si Montoro quiere culparme del déficit público tendrá que aportar pruebas más concluyentes que una simple declaración ante los periodistas.
Si quiere encontrar a los culpables de que nuestros hijos tengan que pagar en el futuro una deuda monstruosa con sus intereses sólo tiene que echar un vistazo a su alrededor, porque en materia de derroche, aquí no se salva ningún partido político. En el dispendio presupuestario no hay distinciones ideológicas y menos en el ámbito autonómico, donde nacionalistas, socialistas, populares y oportunistas bisagra han gastado mucho más de lo que tenían y además de forma absolutamente consciente.
Ya que los españoles tenemos el detalle de no llevarlos ante la justicia para meterlos en la cárcel como en los países civilizados, en agradecimiento deberían mostrarnos algo de respeto cuando están en público. En contra de la doctrina Montoro, aquí sí hay culpables, además perfectamente identificados. Y también víctimas. O dejan de confundir los papeles o igual un día nos acabamos hartando de todos ellos.