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Agapito Maestre

Eurovegas y la izquierda

El rechazo de la izquierda española a la construcción, en Madrid o Barcelona, de un macro-complejo de ocio y juego por motivos puritanos me ha hecho ver por un instante la perversidad moral de la infamia política.

El proyecto de la empresa estadounidense Las Vegas Sand traería a España una inversión en torno a 20.000 millones de euros, que daría empleo durante su construcción a más de 25.000 personas y, después de su finalización, a más de 10.000 personas. Hay, por desgracia, unos actores políticos que desconsideran la iniciativa. El rechazo de la izquierda española a la construcción, en Madrid o Barcelona, de un macro-complejo de ocio y juego por motivos puritanos me ha hecho ver por un instante la perversidad moral de la infamia política. Desconozco por completo la viabilidad económica y social de ese tipo de iniciativa empresarial y política, pero oponerse a ella alegando motivaciones de orden puritano me parece una tropelía ideológica. Terrible.

España tiene un grave problema económico y otro político. Mientras que el primero tiene solución, el segundo es mucho más complicado de resolver a corto plazo. La crisis económica es dura, pero se saldrá, sin duda alguna, si respaldamos la amplia mayoría que los españoles le han concedió al PP. Eso no significa que suspendamos nuestra capacidad de crítica al Gobierno, especialmente cuando nuestros gobernantes olviden que la única salida es gastar menos de lo que ingresamos hasta que paguemos las deudas. Hay, sin embargo, un problema más grave que la crisis económica; se trata de la actuación cerril y abismática de la izquierda española que, en los tres últimos meses, ha mostrado con creces que su gobierno no es criticar al PP, sino derribarlo por mecanismos propios de la izquierda antidemocrática.

La izquierda, sí, está utilizando la crisis para cuestionar la democracia. Sí, sí, ya no se trata de que oculten sus errores y responsabilidades para frenar la crisis; ahora, ha dado un paso más agresivo para golpear al Gobierno: haciéndolo responsable de todos los desmanes que ellos cometieron. Este es el gran problema de España. De ahí que sea, cada día más urgente, alentar la aparición de una "izquierda democrática" o corremos el peligro de desaparición de la democracia española. El PP no tiene oposición con la que debatir. La izquierda carece de discurso. Recurre a su peor tradición: la agitación y la propaganda. Rajoy tiene un mandato democrático amplio, pero, desde el primer día que llegó al gobierno, se ha tratado de mancillarlo a través de múltiples técnicas propias de quienes se creen los dueños de la "democracia" que, dicho sea de paso, alguien les otorgó sin que ellos hicieran mucho por conquistarla y menos por desarrollarla. El sectarismo socialista y comunista oponiéndose a todo lo que proceda del Gobierno, con formas propias de los años veinte del pasado siglo, revelan que el espacio ideológico de la izquierda española sigue estando ocupado por las agencias de socialización "política" más reaccionarias de la llamada izquierdona clásica.

Peor, sí, mucho peor que la crisis económica que sufrimos es la demagogia de una oposición antipolítica, que sigue aferrada a sus armas más reaccionarias y tradicionalistas: por un lado, un sindicalismo de "clase", que busca la confrontación ideológica antes que la negociación con los empresarios, y unos partidos políticos, que siguen estigmatizando al adversario político para eliminar el juego de la democracia parlamentaria. La ideologización extrema de la izquierda española, más aún, la movilización permanente y casi la alteración continua en que mantiene a la sociedad tienen en los medios de comunicación a sus principales aliados. 

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