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Ketty Garat

El interlocutor común de ETA y el Gobierno: el PSOE

Andan satisfechos, aunque dure poco, con unas decisiones que muchos adelantaban en la sombra y otros, como Rubalcaba, frente a los focos.

Querido Pablo:

Por una vez tendremos un diagnóstico común de partida, o de partido: el PSOE se ha apuntado un tanto con la legalización de Sortu y con la dimisión de Carlos Dívar. Andan satisfechos, aunque dure poco, con unas decisiones que muchos adelantaban en la sombra y otros, como Rubalcaba, frente a los focos. De "insostenible" calificó el líder del PSOE la situación en el Consejo mientras Gallardón se lanzó a asegurar que Dívar salía "reforzado" cuando se archivaron las diligencias sobre sus viajes, gastos, compañías y demás.

Lo bueno de no tener un carnet político es que una puede hablar con soltura y mantener la coherencia en sus argumentos y críticas. Y vaya por delante la reprobación a la utilización de fondos públicos de forma poco decorosa. Pero lo relevante aquí está en cómo, por la puerta de atrás, los socialistas y sus afines judiciales han querido arrinconar a alguien por la parte personal, sus amistades y citas eucarísticas. La campaña me ha parecido tan patética como la puesta en escena de Miguel Sebastián mostrándole a Gallardón la fotografía de Montserrat Corulla en un debate televisivo. Igual de lamentable que las risas, chanzas y burlas que muchos socialistas hacían en los pasillos parlamentarios al hablar de un tal Jerónimo.

Hasta ahora, por tanto, coincidimos en todo. Pero ahora viene la caña porque hablaré de Sortu. Hay quien dice que "la peor herencia de Zapatero no es la económica sino la rehabilitación política de ETA". Una rehabilitación irreversible que esta semana ha alcanzado el clímax, según muchos políticos errantes, con la legalización de Sortu. Y digo errantes porque entre los míos ya apuntan a un mal mayor motivo de indignación para los tuyos y, añado,  para cualquier español de bien: la excarcelación de Otegi. Fueron, para variar, los socialistas vascos quienes arrojaron la primera piedra. Su portavoz, José Antonio Pastor, percibió de inmediato una contradicción entre la sentencia de Sortu y la permanencia de Otegi en la carcel. "Si se legalizan las ideas que le hicieron entrar, ¿por qué tiene que seguir?", se preguntaban muchos en la tranquilidad de los corrillos.

Cuando le pregunté a Rubalcaba el jueves en rueda de prensa en el Congreso, ni siquiera me dejó terminar de formular la pregunta aludiendo a que no conocía las declaraciones. ¿Por qué? pues por el tradicional papel de poli bueno-poli malo que han jugado estos años el PSOE y el PSE. Sus compañeros vascos dicen lo que ellos piensan pero no dicen, y se hace lo que dice el PSE de Eguiguren, aunque a veces se lleve algún rejón. Lo cierto es que en el País Vasco, según me cuentan, no les pasa factura sino al contrario. La estrategia del lehendakari Patxi López de asumir como propias las ideas políticas de ETA le ha hecho escalar posiciones en las últimas encuestas de opinión para las elecciones vascas que, seguramente, se anticiparán al otoño. Y todo, en detrimento del PP vasco.

Pero centro el balón. ¿Qué hace el Gobierno de Rajoy al respecto? Pues, en primer lugar, sentar un precedente: opinar, incluso criticar las sentencias judiciales, lo cual ya es un acierto, a mi humilde parecer, frente a otros como Rubalcaba que consideran incompatible en democracia el acatamiento con la opinión. Y en segundo lugar, negocian, precisamente con el PSOE, la renovación del Tribunal Constitucional. En quince días en el TC habrá una mayoría conservadora que renovará a la progresista, pero, ¿a quién propone entre otros el PSOE? Pues  de quien se habla es del parcial Cándido Conde Pumpido. El ex fiscal general del estado más criticado por el PP no sólo estaría en la terna de magistrados sino que además contaría, según dicen, con el visto bueno del PP a cambio de la entrada de Enrique López y de una mujer todavía sin nombre. En resumen, que el Tribunal Constitucional sigue siendo ¡un partidazo! Una extensión de las mayorías políticas del Parlamento, en donde no hay libertad de voto sino disciplina y sanción. ¿Y acaso no tiene razón Esperanza Aguirre? Puede que pasar a formar parte de una sala del Supremo sea exagerado, pero ¿qué hay de la reforma en la elección de los miembros del CGPJ y del TC que anunció Gallardón?

En fin, no sé tú, querido Pablo, pero a mí me resulta paradójico, y para los míos es motivo de risa, que este Gobierno, que no negocia con ETA, tenga como mediador al que lo fue con la banda terrorista: al mismo PSOE que legalizó sus ideas y ahora pilla cacho de nuevo en el TC. Y, por cierto, la excarcelación de Otegi la decidirá su nueva mayoría conservadora. No digo más...

Un beso

Ketty

En España

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