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Ketty Garat

¿Quién quiere quedarse en Madrit?

Todos se ríen de la España silenciosa que defendió Rajoy en Nueva York, pero a mí el silencio que me entristece es el suyo.

Querido Pablo:

Es curiosa la diferencia que hay entre hombres y mujeres –o simplemente, entre tu y yo- en lo que a la relación apetito/problemas se refiere. A ti, la "crisis sistémica" que nos asola te quita el hambre; a mí, me la da. Había llegado de verano con unos kilitos de menos que ya he recuperado a base de desorden y atracos nocturnos a la nevera al llegar a casa (todo hay que decirlo). Mira que se lo tengo dicho a los míos: no hay problema que no cure un buen mamut al horno, con patatitas y cebollitas francesas. Bueno, como está el patio, mejor españolas...

Lo cierto es que mi radiografía de la situación semanal se aleja esta semana del discurso político para centrarse en sus testigos incómodos y aliados circunstanciales: los periodistas. Es en nuestros propios corrillos donde se masca y rumia estos días un debate que está en la calle y en los bares: el reto independentista de Cataluña. Entre crónica y crónica, pitillo en el patio del Congreso, donde el debate es sobre las estrategia "inteligente" de Mariano. "Al fuego hay que echarle agua, no gasolina" dicen sus defensores. Bien empezar reconociendo el incendio, pero discrepo. El humor no falta y de ahí que los periodistas catalanes de El Periódico, La Vanguardia o Rac-1 estén hasta el moño de escuchar la bromita de turno: "¡Bueno, ahora cobraréis dietas por corresponsales!". Ríen ya con desgana porque saben lo que se acerca: campaña a cara de perro, quinielas, elecciones y la hiperactividad de quien, dicen, "es el mejor president que ha tenido Cataluña". Sí, se refieren a Mas.

Son muchos los que andan pletóricos porque la independencia "ya está aquí". Son los mismos que explican que Mas jamás la incluirá en su programa electoral "porque ha llegado a un pacto con los empresarios: puede decir cualquier cosa salvo eso". Es decir, como Zapatero con la conducción puntual de agua = trasvase del Ebro; la interrupción voluntaria del embarazo = aborto; o la fase bajista del ciclo = crisis. Y así, el flamante president nos habla de anhelo soberanista, referéndum, realidad nacional y toda la gaita... Yo le llamo cobarde y ellos me replican porque "es un genio", insisten, "un artista, y va a lograr la mayoría absoluta".

Yo, con sonrisa pero en serio, les digo que no me importa que sean independentistas, que yo pienso votar en contra. Porque ya estoy harta de dos asunciones ilegales que se han instalado en la calle. Lo primero, que sólo han de votar los catalanes. Y lo segundo: esa frase de ‘yo no soy nacionalista de ningún tipo, ni español ni catalán’. Es como si, en contra de lo que dice la Constitución, Cataluña y España fueran ya dos países distintos; como si yo –gallega- no tuviera el mismo derecho a decidir que un catalán sobre la unidad nacional. Y, por cierto, ¡mójense, coño! Ya está bien de equidistancias, miedos y complejos por los cuales una parte habla de Ley y la otra de sentimientos como si los que defendemos la Ley no tuviéramos sentimientos que explican por qué queremos que España siga siendo España.

Y es aquí, querido Pablo, donde sitúo al Gobierno. Todos se ríen de la España silenciosa que defendió Rajoy en Nueva York, pero a mí el silencio que me entristece es el suyo. Cierto es que estuvo bien Soraya recordándole a Mas desde Moncloa quién decide y quiénes decidimos, pero ¿por qué Mas apela al sentimiento de realidad nacional de Cataluña y Rajoy no? ¿Por qué el Gobierno no explica por qué defiende la unidad nacional? ¿No es eso también hacer pedagogía? Lo que ocurre es que al no apelar a los sentimientos que tenemos los españoles con ganas de seguir siéndolo da pie a que cale el discurso de Rubalcaba de que en una democracia "la Constitución no es inmutable". Así es. Y mira que es difícil encontrar lógica en el discurso de Alfredo... Menos mal que en nuestro bando tenemos a los diputados de Unió (ya te diré quiénes), que ya advierten entre bromas que no dejarán "ni Madrid, ni el Congreso, ni el Urban", que es el bar donde cae algún que otro gin-tonic los jueves después del pleno.

En fin, que entre corrillos, amenazas y manifestaciones en Neptuno nos dan las doce de la noche y yo, en lugar de mi tacón, busco un bocata de chorizo en las máquinas del Congreso (donde no hay mamut). Y mientras devoro, sigo inquieta por mi Alfredito. Quieto parao, que hablo de mi futuro sobrino. Nacerá en unos días aunque mi hermana ya salió de cuentas. Y visto lo visto, no me extraña que el nuevo español no tenga ninguna prisa en venir.

Un beso,

Ketty

PD: La exposición, cuando quieras, pero lo de no hablar de política no te lo crees ni tú.

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