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Santiago Navajas

Mourinho y las vírgenes necias

Sufrimos la mala suerte de tener la prensa deportiva más inculta y hooligan de Europa.

Sufrimos la mala suerte de tener la prensa deportiva más inculta y hooligan de Europa.

Una de las parábolas más famosas de Jesús es la de las vírgenes necias, aquellas que –a diferencia de las prudentes– fueron a esperar a sus novios sin estar preparadas convenientemente. Cuando necesitaron de aceite para sus velas, tuvieron que ir a comprarlo porque no lo habían previsto. Entre tanto llegaron sus prometidos, pero les cerraron las puertas y las dejaron compuestas y sin boda.

Mourinho es como una de sus vírgenes, pero en la versión prudente. A diferencia del periodista analfabeto o el aficionado simplón, Mourinho planifica la temporada tanto táctica como estratégicamente. Es decir, juega cada partido teniendo en cuenta que lo que importa no es tanto ganar la batalla inmediata como la guerra final. Para ello es imprescindible, como hace un jugador de ajedrez, calibrar los mejores movimientos futuros del contrario, así como las debilidades y fortalezas de la propia posición en el tablero.

Los dieciséis puntos de diferencia respecto del Barcelona se deben a tres factores fundamentales. En primer lugar, el equipo catalán es, a día de hoy, una máquina imparable, como muestra el hecho de que haya batido todos los registros. En segundo lugar, el factor suerte, en forma de lesiones de jugadores clave, especialmente en defensa. En tercer lugar, porque algunos jugadores fundamentales en la espectacular temporada pasada del Madrid, en la que doblegó al aparentemente invencible Barcelona y llegó a las semifinales de la Champions, no están dando el mismo rendimiento. Sólo este último es responsabilidad de Mourinho. Hablo de jugadores como Di María, Özil e incluso Benzema. Pero gracias a la rocosa contundencia de Pepe, la sabiduría de Xabi Alonso y, sobre todo, ese portento futbolístico que es Cristiano Ronaldo –digno heredero de la potencia y la competitividad de Di Stéfano y Puskas–, el Real Madrid tiene aún posibilidades de completar una temporada triunfal.

El caso más flagrante de bajo rendimiento está siendo Casillas, cuyas estadísticas muestran que está en el momento menos bueno de su brillante carrera. Con una ratio de acierto en paradas del 65 por ciento, ha bajado diez puntos respecto de sus números en las temporadas anteriores, y por supuesto no ha mejorado en sus tradicionales puntos débiles, como las salidas fuera del área pequeña y el juego con los pies.

Hay una regla en el mundo del fútbol según la cual nunca hay que sustituir al portero y al delantero centro porque son dos puestos en los que la confianza es fundamental para garantizar un rendimiento a prueba de nervios. Sin embargo, esta regla no es un dogma sino una mera hipótesis. Mourinho tiene otra, la de no hacer distingos entre posiciones y en todas ellas introducir competencia para incentivar el comportamiento excelente. Por eso alterna a Benzema y a Higuaín, y es conocido que lleva tiempo pidiendo un portero de alto nivel para incluir a Casillas también en su hipótesis de la competencia estimulante.

Se podrá compartir o no la hipótesis de Mourinho, pero lo que no cabe es la discusión profesional de la sustitución de Casillas en la Liga (porque jugará la Champions y la Copa, que son las dos competiciones decisivas para el Madrid esta temporada) basándose en la falacia de que en el pasado era el mejor (del mismo modo que, como advierten los folletos de los bancos,que al parecer nadie se lee, los rendimientos pasados de un fondo de inversión no garantizan los resultados futuros),o, todavía peor, en que Casillas es muy buena persona o "un mito" para el madridismo. Como brillantemente ha resumido Pedro Ampudia, es una conspiración "españolista" contra la meritocracia y la competitividad que reivindica el jefe del despectivamente llamado "clan portugués". En lugar de cargarse la historia de la Filosofía en el Bachillerato, Wert debería forzar la introducción de un tema, el final, sobre Nietzsche, Ayn Rand y Mourinho.

Los mitos no hacen paradas, del mismo modo que no hay un Premio Nobel para el pensamiento supersticioso. Tenemos en España la suerte de contar con Mourinho, que es el mejor entrenador desde al menos Rinus Michels y Helenio Herrera (tan parecidos al portugués, por otra parte, en cuanto a genio, personalidad y capacidad de dar la vuelta a las reglas futbolísticas convertidas en dogmas). Pero también sufrimos la mala suerte de tener la prensa deportiva –salvo excepciones como Juanma Rodríguez– más inculta y hooligan de Europa. Si no fuera así, estos periodistas por accidente sabrían que Mourinho fue el responsable de la resurrección futbolística de Vitor Baía en el Oporto, o de haber llevado al Olimpo de los cuatro palos tanto a Petr Cech, en el Chelsea, como a Júlio César, en el Inter, con el mismo método que –si no hace caso a aduladores y cizañeros– hará que Casillas vuelva a ser el gran portero que fue.

Pero ¿cómo detectar a las vírgenes necias?, se estará preguntando usted. Jonathan Swift nos ofreció una pista reveladora: "Cuando un verdadero genio aparece en el mundo, lo reconoceréis por este signo: todos los necios se conjuran contra él". Presten atención a todos aquellos que critiquen a Mourinho con pseudoargumentos y mistificaciones, mientras se cubren de ceniza y se rasgan las vestiduras al tiempo que echan espumarajos xenófobos por la boca, y encontrarán la respuesta.

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