El nombre de Corcuera, que fue ministro del Interior con González, ha quedado asociado a la "ley de la patada en la puerta", que es la fazaña que se recuerda de él cada vez que reaparece. Así son las cosas en el teatro político, que le encasilló como un actor de (mal) carácter. Fiel a su reputación, el de la vieja guardia acaba de dar unos golpetazos en la puerta de su partido, que allí han sonado a molesto ruido de fantasmas. En siete minutos, ante Manuel Chaves y Pere Navarro, Corcuera propinó una patada al montón de hojarasca que han juntado entre la calle Ferraz y la de Nicaragua, y se vio lo que había debajo: una caquita.
Siete minutos y tres preguntas. ¿Qué es eso del derecho a decidir? Y el espectro les adelantó la respuesta que no quieren oír. Que él, Corcuera, tiene tanto derecho a decidir sobre "eso que se quiere decidir en Cataluña" como cualquier otro ciudadano de España. A menos, claro, que cambien el artículo de la Constitución que establece que la soberanía reside en el pueblo español. ¿Eso quieren cambiar los socialistas? Bueno, igual proponen que copiemos la Constitución de la extinta URSS, única en el mundo de las federaciones que hacía referencia a un derecho unilateral de secesión. No parece un modelo muy homologable, pero quién sabe.
Ah, no es eso, no es eso. Lo que el PSOE quiere es un Estado federal, pues, como explicó allí Chaves, "España es un Estado cuasifederal y no pasa nada porque le demos un impulso". Hagámoslo, entonces, porque no pasa nada. Lo que pasa es que Corcuera, como fantasma chinche, lanzó la segunda: "¿Me queréis decir algún artículo que queráis cambiar de la Carta Magna para que esto sea un Estado federal?". Hombre, no le pida peras al olmo. Esos detalles son cosa de los expertos, de los que saben atar moscas por el rabo. Pero el aparecido, implacable, dijo que el Estado federal del PSOE sólo es una palabra inventada para salir del atolladero. Humo. Una hoja de parra con la que tapar su decisión de no decidir entre la unidad de España, que a la izquierda le suena a invento franquista, y la ruptura de España, a la que en los mismos pagos le encuentran un eco de progresismo.
De ahí la tercera pregunta, que fue del tipo: ¿y cómo le llamamos? Si a los derechistas que querían cargarse la Constitución "les llamábamos fascistas", ¿cómo hay que llamarles a los de izquierdas que quieran hacer lo mismo? ¿Y cómo hay que llamar a los Homs y Mas que quieren cargársela? Pero qué antiguo es Corcuera. Él mismo lo reconoció, que era un antiguo y que lo moderno es "no saber qué se dice". Atónitos quedaron los ponentes ante lo insólito de oír hablar a alguien al que se le entiende todo. Ante un socialista que no cree que España sea una anomalía histórica ni algo de lo que avergonzarse. Fue como ver que cobra vida una pieza de museo. Tendrán que disecarlo para mostrar a los peques una especie socialista que se extinguió un buen día.