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Pedro Fernández Barbadillo

Irún y Fuenterrabía pidieron unirse a Navarra

Uno de los episodios más risibles de la guerra civil fue el debate sobre el traspaso de los municipios de Irún y Fuenterrabía de Guipúzcoa a Navarra.

Uno de los episodios más risibles de la guerra civil de 1936-1939 fue el debate que surgió sobre el traspaso de los municipios de Irún y Fuenterrabía de Guipúzcoa a Navarra.

Los conspiradores vascos y navarros daban por sentado que Guipúzcoa, donde las candidaturas del Frente Popular habían quedado muy por detrás de la suma de los votantes de derechas y peneuvistas, se decantaría por la sublevación, sobre todo los pueblos limítrofes con Navarra. La resistencia de izquierdas se produciría en los pueblos industrializados, como Éibar, Elgóibar y Mondragón (donde en octubre de 1934 los socialistas habían asesinado al prócer carlista Marcelino Oreja Elósegui), y quizás en la capital. El PNV estaba tan comprometido que, como cuenta Ramón Sierra, en la primavera de 1936 los dirigentes carlistas entregaron a los jelkides varias docenas de pistolas reservadas para sus requetés.

Sin embargo, las vacilaciones de la guarnición de San Sebastián y la abstención de los peneuvistas permitieron que las milicias de izquierdas aplastasen a los militares, carlistas y falangistas reunidos en el cuartel de Loyola. El vuelco obligó al general Emilio Mola a formar una columna apresurada bajo el mando del coronel Alfonso Beorlegui, uno de los jefes militares más intrépidos del bando nacional, con el objetivo de tomar San Sebastián.

En agosto la columna Beorlegui tomó el fuerte de San Marcial, Fuenterrabía, Irún y San Sebastián, con lo que cortó la comunicación de la zona norte leal al Frente Popular (Asturias menos Oviedo, Santander, Vizcaya y Guipúzcoa) con Francia. Las milicias de izquierdas quemaron Irún al retirarse y la destrucción fue tan grande que la ciudad recuperó la población que tenía en 1935 sólo en 1949. Beorlegui recibió una pequeña herida en un muslo que no se curó y le causó una septicemia; murió el 29 de septiembre.

Los primeros cadáveres de jóvenes navarros que llegaron a las casas de sus familias cayeron camino de Guipúzcoa y esas muertes, en tierra que se consideraba hermana y por gentes que compartían costumbres, apellidos y hasta el euskera, dolieron a los navarros más que las producidas en Aragón o en Somosierra.

Entre los civiles asesinados poco antes de la liberación de San Sebastián como cruel venganza estaban dos personalidades navarras del tradicionalismo: los exdiputados Joaquín Beunza y Víctor Pradera, este último junto con su hijo Javier (el hijo de Javier y nieto de Víctor, Javier Pradera Gortázar, fue oficial del Cuerpo Jurídico del Ejército del Aire de Franco y editorialista de El País).

Zaragoza propone a Pamplona la anexión

En estas circunstancias de dolor y pasión, el Ayuntamiento de Zaragoza encendió la mecha. En un acuerdo del pleno aprobado a mediados de agosto se solicitaba para Navarra, en atención a los sacrificios realizados por sus gentes, un puerto de mar y una ampliación de su territorio. La Diputación Provincial se adhirió al acuerdo. El día 22 el Ayuntamiento de Pamplona agradeció al de Zaragoza el acuerdo y, cortesía obliga, propuso que se ampliase Aragón a costa de Cataluña. Antonio Pueyo, alcalde de Jaca, donde seis años antes se había producido un golpe militar republicano encabezado por los capitanes Galán y García Hernández, declaró el mismo día 22 que también apoyaba la propuesta de Zaragoza.

Aunque el alcalde de Pamplona dijo el día 24 que "Navarra no tiene aspiraciones egoístas en esta empresa y lucha con el mayor desinterés", el proyecto arraigó.

Según cuenta el abogado y oficial requeté Jaime del Burgo (Conspiración y guerra civil), el 21 de septiembre llegó a Pamplona una comisión de personalidades de Irún y Fuenterrabía para solicitar a la Diputación Foral la incorporación de ambas villas a Navarra.

Queremos y pedimos nuestra incorporación a Navarra, no por razones políticas, de las que podríamos mostrar nuestras manos llenas (…) del lado de Guipúzcoa nos enviaban a Irún esas gentes torvas, feroces y cobardes que lo han asolado.

La unión de sus términos municipales, en la parte más estrecha de Guipúzcoa entre el Cantábrico y Navarra, habría dado a ésta salida al mar, a la vez que habría separado a la provincia vasca de Francia.

Del Burgo recuerda que la petición "no tenía nada de insólito", pues Irún y Fuenterrabía habían pertenecido al reino medieval de Navarra hasta que Guipúzcoa "se desmembró voluntariamente del reino para pertenecer al de Castilla". Las Cortes de Tudela trataron en 1773 y 1774 el asunto y de las ventajas que para Carlos III tendría la incorporación de Fuenterrabía a Navarra. Por una real orden de 26 de septiembre de 1805, de Carlos IV, la villa pasó a Navarra, pese a las protestas de Irún y de la Diputación de Guipúzcoa, y así se mantuvo hasta que el emperador Napoleón la anuló.

Ofensas hasta en el escudo provincial de Guipúzcoa

El 28 de agosto, el presidente de la Junta Carlista de Guerra de Guipúzcoa, Fidel Azurza, pidió a la de Navarra que hiciera lo posible para evitar que siguiesen las declaraciones y debates sobre la anexión de municipios guipuzcoanos. El Diario Vasco de San Sebastián, reaparecido después de haber sido ocupado por las izquierdas y de usarse sus talleres para imprimir otra cabecera llamada Frente Popular, publicó un artículo, titulado "Mutilaciones, no", replicado inmediatamente por Arriba España de Pamplona.

Los guipuzcoanos y los navarros civiles que quedaban en San Sebastián y Pamplona comenzaron una competición para mostrar sus patentes de patriotismo español y, también, local; sus sacrificios por la Causa; y, por supuesto, las ofensas. Eladio Esparza, director del Diario de Navarra, escribió que para mutilados, "los cuerpos de tantos voluntarios de Navarra".

Una de las ofensas que sacaron entonces los navarros fue el cuartel que en el escudo de Guipúzcoa recordaba los cañones tomados por las tropas guipuzcoanas, a las órdenes del rey Fernando el Católico, a las navarras y francesas en el puerto de Velate, en 1512, en la campaña que acabó con la anexión de Navarra a Castilla. Este cuartel fue borrado en los años 80 por el PNV, que así cumplía un deseo de los franquistas navarros.

El 4 de septiembre de 1936 un avión gubernamental ("sin duda advertido desde Francia", explica Del Burgo) arrojó tres bombas sobre una multitud que en Irún celebraba la colocación de una inmensa bandera rojigualda en un mástil de doce metros de altura, pero por fortuna sin matar a nadie.

La reacción de muchos vecinos de Irún y Fuenterrabía fue muy parecida a la que tienen ahora muchos catalanes: como hay dificultades, no queremos seguir en España.

Si Navarra no nos recobra en sus límites (…) somos capaces de pedir que se declare esta frontera zona internacional. ¡Todo menos seguir siendo de Guipúzcoa!

Según el falangista Rafael García Serrano, que en esas semanas estaba combatiendo en Somosierra en la columna que salió de Pamplona, así se tomaron algunos de sus camaradas la discusión:

—A ver si va a resultar ahora que Navarra hace la guerra imperialista…

En su libro La gran esperanza (1983) explicó:

Sinceramente no creo que casi nadie en Navarra tomase esto en serio, sino como manifestaciones y exaltaciones lógicas del momento. Fuenterrabía parece que es propensa a estos lances, porque lo mismo que en 1936 se empeñó en ser Navarra ahora se ha empeñado en llamarse Ondarribia (sic), con lo cual no la conoce nadie (salvo amigos y familiares, digo). Son los clásicos nervios que provoca el pendulazo español. Por eso mismo considero a Fuenterrabía tan española.

@pfbarbadillo

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