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Pablo Planas

El pasaporte diplomático español de Duran

Es fácil colegir que en el partido de los Pujol consideren que Duran es en realidad un dirigente del partido de Rajoy y no el número dos de la UTE CiU

El amago de dimisión de Josep Antoni Duran Lleida es el gran anuncio del concilio constituyente. Como es tópico decir, desde la renuncia de Ratzinger cualquier cosa es posible. Pero que Duran, el rey del Palace, el "puente-aéreo man", el tipo con el que hay que hablar, anuncie que la proclamación de Felipe VI coincidirá con su renuncia a dos de los cuatro cargos que ostenta es como la predicción de un eclipse bilateral, un fenómeno astral, el fin de los tiempos. La medida exacta de la importancia de Duran Lleida radica en que dispone de pasaporte diplomático español. Va y viene, por tanto, con el apresto de un embajador y viaja por el mundo con un salvaconducto real, con patente de corso, con licencia para matar y valija diplomática por ser presidente de la comisión de exteriores del Congreso de los Diputados, como los americanos.

Duran es plenipotenciario del Reino de día y viajante de comercio por la noche, es decir, el catalán en Madrid que regula el tráfico entre los que piden, los que quieren, los que pueden, los que saben, los que tienen y los que mandan. Lo era con el PSOE, pero menos que con el PP, que le ha hecho viceministro de Exteriores sin menoscabo de sus funciones como representante nacionalista en la capital de España. La conmoción causada en Cataluña por la llamada de atención de Duran, seguido del preceptivo y enigmático (por decir algo) silencio del protagonista, es como si se hubiera lesionado Messi. Si al líder de Unió le paga el chófer y le expide pasaporte diplomático el PP, es fácil colegir que en el partido de los Pujol consideren que Duran es en realidad un dirigente del partido de Rajoy y no el número dos de la UTE CiU. Ya están con la necrológica política del prehistórico Duran. Demasiado pronto.

En el momento más abierto de la política española en treinta años, a las puertas de una reforma constitucional y con la consulta separatista como herencia regia, Duran no renuncia al Palace para dar paso a otra generación. Hasta ahí podíamos llegar. Si cuaja el abordaje de la Constitución, el hombre de la derecha catalana, a quien el PP de Madrid ha dado más galones que a sus propios representantes en territorio comanche, está llamado a ser uno de los padres de la criatura, como Roca, su antecesor, lo fue de la Carta Magna. Los empresarios ya le han trasladado al Príncipe la "oferta": reconocimiento de Cataluña como nación, el concierto económico, el blindaje de la competencias identitarias y algún tipo de autonomía internacional en plan selecciones deportivas. Con eso se renueva el contrato treinta años más y no se hable más, le han comentado en las cenas "discretas", previo referéndum entre cuyas mágicas virtudes estaría también la "legitimación" de Felipe VI.

Duran es el abanderado de esto, también conocido como tercera vía, aunque sean cuatro los puntos a incluir en la nueva constitución que le quieren endosar al capítulo borbón y cuenta nueva, dentro de la operación aquí no ha pasado nada y reiniciamos el programa. Y el problema de Duran con Mas es que al "president" no le vale con romper España. Aspira a la destrucción total.

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