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Agapito Maestre

Ciudadanos y Podemos, condenados a entenderse

Sí, sí, hay motivos demoscópicos para pensar en esa coalición.

Nadie descarte nada en política. Ni siquiera debemos desconsiderar que Rajoy cambie su actitud fría y distante por la última embestida secesionista catalana. Cualquier día se arremanga y sale a la arena electoral para decir hasta aquí hemos llegado. Todo es posible en este ambiente agitado y electoral, incluso el jefe de Gobierno, que ni siente ni padece ante la agitación nacionalista, puede salir en defensa de la soberanía nacional española. Todo está abierto en canal en la sociedad española ante las nuevas elecciones. Todo podría suceder después de las elecciones, porque parece que las mayorías absolutas ya han desaparecido. Podrían llegar grandes coaliciones postelectorales entre los partidos tradicionales, también se podrían formar gobiernos con los partidos tradicionales apoyados por los nuevos partidos; y, naturalmente, nadie descarte posibles coaliciones entre los nuevos partidos, ¿por qué no pensar, por ejemplo, en acuerdos fundamentales entre Ciudadanos y Podemos?

Sí, sí, hay motivos demoscópicos para pensar en esa coalición. Por un lado, crece, crece y crece la expectativa de voto de Ciudadanos y Podemos, así lo certifican todas las encuestas. Y, por otro lado, baja, baja y baja la expectativa de voto de los partidos tradicionales. Aparte de las demoscópicas, existen señales inequívocas para hablar de una sustitución paulatina, más rápida que lenta, de los partidos tradicionales por otros dos grandes partidos. Mientras que UPyD tiende al estancamiento o desaparición, quizá IU pudiera salvarse y obtener alguna representación, Ciudadanos y Podemos tienden a afianzarse en el sistema político español. Nada mejor para crecer que entenderse entre ellos. Tienen más cosas en común de las que creemos. Sólo bastaría un cambio en Podemos para llegar a un gran acuerdo. A un consenso nacional.

Ciudadanos y Podemos son dos partidos nuevos, con liderazgos de gente joven y propuestas atrevidas, aunque menos novedosas de lo que algunos piensan, tienden a sustituir, por un lado, a un partido que no se mueve, parece ensimismado, y a otro que, pese a su crisis, podría fácilmente recuperarse con gobiernos de coalición con partidos a su izquierda. También los electorados de estos dos partidos son similares en edad y preparación intelectual. Tampoco el nivel de ideologización separa a los electorados de esas dos formaciones políticas, los votantes de esas dos formaciones no sólo se mueven por ira y rabia, sino también por ciertos idearios. Cuentan, en efecto, las ideas, los argumentos y las ilusiones para estos electorados. En fin, una vez que los dirigentes de Podemos se alejan con rapidez de los planteamiento bolivarianos, empiezan a hablar con cierto realismo de las cuestiones económicas, ahora bastaría que rectificasen algunas barbaridades sobre el derecho de autodeterminación para llegar a consensos básicos con Ciudadanos para gobernar España. La suma de Podemos, que aportaría la rebelión que en otro tiempo representaba el PSOE, con Ciudadanos, que traería la moderación, el cambio sensato y la defensa de la soberanía de la nación española, no es un modelo político inviable para la gobernabilidad de España. Un nuevo bipartidismo se anuncia en el horizonte político español, que se alimenta, sobre todo, en el sedicente electorado de centro.

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