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Pedro de Tena

El partido de los decepcionados españoles

¿Qué haremos los millones de decepcionados? De momento, rumiar.

No cabe duda de que debe de ser el partido más importante de España. Sumando los que componen ya habitualmente los números de la abstención y el voto en blanco –mi amigo Paco Rubiales lo profetizó hace años en su particular desierto bloguero y sigue haciéndolo–, somos ya legión, como los tontos de Santo Tomás. Los achicharrados por el deterioro intelectual, político y moral del socialismo patrio; los evaporados de la bolsa de votantes del PP, incapaces de creer las mezquindades que han visto; los esfumados de la indignación primeriza traicionada por los sátrapas comunistas de Podemos (IU inclusa, vaya carrerón el de los Garzones en este país) y los disipados por el horror en las filas de unos Ciudadanos que transitan desde Libertas –que sí, que nos acordamos– al PSOE de los ERE, el fraude de la formación, el de Tomás Gómez, el de la UGT, el de... etceterísima desde 1982, formando un dúo adinámico con una amnesia selectiva tal que les permite exhibirse sin vergüenza como adalides del progreso y la reforma de la nación española, somos ya millones. Nos han robado los meses de enero y febrero y llevan camino de robarnos marzo y abril y el futuro completo si no hacemos algo.

Contaba en 1979, en las páginas de Triunfo, nuestro mayor pensador sobre la decepción, Félix de Azúa, que luego compuso un libro sobre su aprendizaje, el estupor que produjo la decapitación de Luis XVI y María Antonieta porque la monarquía, la figura de un Rey, era necesaria para unos ciudadanos que necesitaban a alguien que estuviera por encima de toda contingencia, de toda vulgaridad, de todo pecado, añado yo. Andamos en este país asistiendo con pasmo al guillotinamiento de la democracia sin percatarnos de que este invento liberal es el único impulso decente que puede conducir a las personas y a las sociedades al progreso y a la reforma, el único modo de librarnos pacíficamente de gobernantes incapaces o indeseables y el único freno de la barbarie que incuban las dictaduras, todas ellas, especialmente la supuesta del proletariado, otra falacia conceptual que encubre la dictadura de los se creen científicamente destinados al ordeno y mando sobre todos, incluido, naturalmente, el proletariado. Pues eso, aquí nos estamos cargando la democracia como sistema útil y honroso tras habernos aportado, a pesar de todo, los mejores cuarenta años de nuestra historia más reciente, resultado de una reconciliación que ahora exiliamos de nuevo sin miramiento alguno. La hemos sembrado de faltas de respeto y de trampas, la hemos inundado de corrupción y fullerías y, para rematar la faena, la estamos cubriendo de estupidez y acabando con cualquier atisbo de autoridad moral, incluso en la Justicia. Curiosamente, lo mejor de todo está siendo el rey Felipe VI.

¿Qué haremos los millones de decepcionados que hasta ahora hemos poblado de ilusiones las urnas? Nunca hemos pedido el paraíso, ni la realización de utopías benéficas o absurdas, ni siquiera una nación sin luces y sombras. Lo único que hemos pedido, con todo el derecho del mundo, es que todos los españoles, nazcamos en la región que nazcamos, vivamos en la región que vivamos y tengamos la lengua materna que hayamos tenido, seamos tratados con respeto y consideración, con la mayor igualdad de oportunidades posible ante la vida y la igualdad exigible ante la ley en un marco amplio de libertades. Sencillamente, hemos pedido vivir en paz, esa vieja libertad tranquila. Pero nada. Dos siglos fraguando constituciones de unos contra otros hasta que llegamos a los puños y las pistolas y cuando parecía que, tras una guerra incivil casi salvaje, habíamos aprendido a convivir tolerando con una Constitución pactada por vez primera de por medio, resulta que tampoco. Por eso crece y crece el partido de los decepcionados, que somos el partido que contiene la mayoría más absoluta de España. Buenos vasallos en general, hemos carecido casi siempre, con honrosas y pocas excepciones, de buenos señores desde los tiempos del Cid Campeador.

Cuando en Andalucía se pregunta a los desencantados de la política a qué partido votarían, dicen que al LMM. ¿Y qué es eso, repreguntan? El partido del Lomo Metío en Manteca, se les responde. Esto es, al ande yo caliente y ríase la gente. Y ahora, tras ver lo que hemos visto desde el PP a Podemos pasando por el dúo adinámico y amnésico que chulea de reforma y progresismo, ¿qué haremos los millones de decepcionados? De momento rumiar. Y luego, cuando llegue mayo, si es que llega, porque ese mayo electoral no le interesa a nadie de las castas viejas y nuevas y nos lo pueden robar también, nos miraremos de soslayo, nos callaremos y no pasará nada, salvo seguirnos decepcionando hasta que la nación estalle. O no, porque nada está escrito.

En España

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