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Agapito Maestre

Vuelvo a los toros

El martes por la tarde diluviaba en Madrid, pero yo fui a las Ventas a ver una corrida de toros. Sí, me gustan los toros.

El martes por la tarde diluviaba en Madrid, pero yo fui a las Ventas a ver una corrida de toros. Sí, me gustan los toros. Yo sé un poco de toros, toreros y públicos. A pesar del mal tiempo, había mucha gente en la plaza y alrededores. Al final, fue suspendida por lluvia la 5ª corrida de abono de la Feria de San Isidro. Tenían que haber toreado un francés, Juan Bautista, un toledano, Eugenio de Mora, y un mexicano, El Payo, pero, afortunadamente, se suspendió el espectáculo por inclemencia del tiempo. Lo decidieron así los matadores. Y bien decidido estuvo. Ya es duro jugarse la vida ante un toro, un animal, hecho para matar, pero si encima se le da la ventaja al bicho en  un albero impracticable, entonces estamos ante un tremendismo suicida…

He escrito: "jugarse la vida ante un toro", es algo que se dice pronto y fácil, pero no creo que sean muchos los que sepan todo lo que encierra esa expresión. Quienes atisban el significado de esa afirmación, sin duda alguna, son aficionados a un espectáculo de difícil comprensión para quien su "alma" solo está preparada para la mera afirmación biológica de la existencia. Los toros siguen siendo un misterio. Quien sea capaz de intuir la trascendencia de esa expresión, entre a una plaza de toros para desarrollar un poco más su sensibilidad moral y estética. Los toros es un espectáculo que está al alcance de muy poca gente. Quien sea capaz de atreverse a pensar con rigor el límite entre la vida y la muerte, asista a una corrida de toro. Se necesita ser muy culto y refinado para entender de qué va este espectáculo sin igual. El resto es guardar silencio y respeto ante el misterio de un toro “hecho” para matar y un torero pasándose la muerte por la cintura.

La generación de García Lorca, la generación de poetas más importante de España en el siglo XX, también nos ha enseñado a amar este grandioso espectáculo. "El toreo", dijo el poeta granadino, “es probablemente la riqueza poética y vital de España, increíblemente desaprovechada por los escritores y artistas, debido principalmente a una falsa educación pedagógica que nos han dado y que hemos sido los hombres de mi generación los primeros en rechazar. Creo que los toros es la fiesta más culta que hay en el mundo". Cierto. Y es que, cuando uno va acompañado a los toros por poetas como Lorca, Alberti, Machado, Bergamín, Aleixandre, Dámaso Alonso, Altolaguirre, Juan Ramón Jiménez, Jorge Guillen y Gerardo Diego, el mundo se ve de otro modo. Uno empieza a entender un poco más eso de "jugarse la vida” ante un toro.

Nadie mejor que Conchita Cintrón, torera y escritora, para ayudar a quien se atreva a saber, en realidad, a vivir el misterio entre la vida y la muerte: "La fiesta tiene sus raíces, como toda flor, en el lodo abonado de las miserias, pero éstas dispuestas están para quienes miran hacia abajo, y en la vida hay que mirar hacia arriba. ¡Siempre hacia arriba!

Negar belleza por reconocer miseria sería negar el cielo por existir el infierno".

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