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Emilio Campmany

La pésima campaña de Ciudadanos

Ciudadanos ha decidido someterse a las exigencias del pensamiento único y de la corrección política.

Ciudadanos ha decidido someterse a las exigencias del pensamiento único y de la corrección política.
Albert Rivera y, de espaldas, Pablo Iglesias | Salvados

Albert Rivera es la última esperanza de los electores que están hartos de votar con la nariz tapada y no están dispuestos, por huir del hedor, a abrazar la hoz y el martillo. Pero su partido no puede estar haciéndolo peor. Una de las cosas más atractivas de Ciudadanos al principio de la campaña de las elecciones de diciembre fue verles presentar propuestas serias. Una de ellas fue la de reformar la legislación penal sobre violencia de género. La inconstitucionalidad de esa ley es tan grosera que no necesita ser explicada, pues a cualquiera se le alcanza que ha de ser contraria a una Constitución que proclama la igualdad de todos ante la ley la que, por el mismo delito, impone penas más severas a los hombres que a las mujeres.

Y, sin embargo, Ciudadanos recibió los más furibundos ataques por mostrarse dispuesto a corregir el dislate. Esto no puede sorprender cuando hay una forma correcta de pensar de la que no puede salirse nadie so pena de ser tachado de fascista, misógino, homófobo, ultraliberal, neoconservador o cosas aún peores. Lo sorprendente es que Ciudadanos se arrugara inmediatamente ante los ataques en vez de defender su propuesta, que no sólo era muy razonable, sino que además corregía una inconstitucionalidad. La bajada de pantalones desilusionó a aquellos que creían estar siguiendo a un partido serio y de golpe se dieron cuenta de que sus líderes eran casi tan chisgarabís como los de los demás.

En esta campaña en la que estamos inmersos ahora, desde el principio, Ciudadanos ha decidido someterse a las exigencias del pensamiento único y de la corrección política y no hay en ellos un solo mensaje que no esté teñido de la misma vaguedad, de los mismos lugares comunes, de la misma vagancia intelectual que los de los demás partidos. Miento, en realidad es peor. Al decir ahora que no van a bajar los impuestos (salvo el IRPF y tan sólo un poquito) pretenden presentarse como gente seria incapaz de mentir cuando lo fácil sería prometer que los bajarán. Ya, pero quedamos en que bajar los impuestos es necesario para que mejore la economía. Y resulta que ni ellos se lo creen y se unen al coro de rapiñadores que insisten en que, en un país donde todo está subvencionado, no hay margen para disminuir sustancialmente el gasto público. No se dan cuenta que defender eso no es ser serios. Significa renunciar a las propias ideas, si es que alguna vez las tuvieron. Es como si, partiendo desde la otra punta del espectro político, estuvieran realizando el mismo viaje emprendido por Podemos hacia la socialdemocracia, esa ideología que parece ser la única con la que se pueden ganar elecciones en España. Puede que Podamos tenga éxito en su propósito de que muchos socialdemócratas voten comunista. Pero a Ciudadanos sólo le cabe conservar los votos de quienes los sigan creyendo más serios. Y éstos serán cada vez menos si el partido sigue empeñado en convertirse en una enésima versión del socialismo hispano.

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