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Amando de Miguel

Reproche del sincorbatismo

Los políticos populistas se han vuelto nostálgicos del guerracivilismo y prescinden de la corbata, como los 'descamisados' de los fascismos.

La mujer actual puede llevar pantalones con plena elegancia. Así que la corbata se nos queda como la única prenda de vestir específicamente masculina. La paradoja es que a la corbata se le permite la completa variedad de dibujos y colores que caracteriza a los vestidos femeninos. Por ese lado parecería una prenda estéticamente femenina.

Resulta que muchos caballeros hodiernos han decidido prescindir sistemáticamente de tales ataduras, aun en muchos momentos que antes se consideraban formales.

Durante la última Guerra Civil, en la zona republicana el hecho de llevar corbata era motivo suficiente para sospechar de que el fulano pertenecía a la quinta columna (los espías de Franco). Firmaba así su sentencia de muerte.

Un recuerdo personal. En el colegio de mi adolescencia los alumnos debíamos ir encorbatados, incluso durante las clases de gimnasia. Como un resto, todavía hoy, cuando asisto a una tertulia de la tele no puedo prescindir de la corbata. Provecto que soy. Lo tengo verificado: los tertulianos que van sistemáticamente sin corbata suelen ser los que más interrumpen mis cortas intervenciones.

Los políticos populistas de hoy se han vuelto nostálgicos del guerracivilismo y así prescinden de la corbata, como los descamisados de los fascismos. Otra vez esa prenda simboliza lo burgués en su peor sentido.

Los políticos de las otras camadas se animan también a descorbatarse, especialmente durante los fines de semana, el momento ideal para mítines y reuniones de todos los partidos. Seguramente así dan la impresión de que el evento forma parte del ocio, de una relación más distendida.

El nudo de la corbata le hace a uno mantener las formas cuando se hacen necesarias para convivir. Parecería una insolencia que los políticos fueran despechugados a una audiencia con el Rey. No estaría mal que, al acceder a Zarzuela, el edecán proporcionara una corbata de quita y pon al político que osara ir sin ella. Por lo visto, cree el hombre que así puede pasar por revolucionario, o al menos identificado con "la gente". Es el dandismo al revés, la apología de lo vulgar.

La gracia de la corbata está en saber llevarla o no llevarla según la ocasión. Lo hortera se traduce en no comprender tal sutil juego de circunstancias. Singularmente lo es cuando el caballerito en cuestión se presenta sin corbata en todas las ocasiones, por sistema, como un estúpido grito de rebeldía. En tales casos el sujeto suele mostrar un gesto de enfado, fastidioso o incluso de cabreo. Equivale al que adoptan los modelos en la pasarela o las mujeres de la izquierda radical. Nadie sabe por qué todas esas caras adustas. Nunca estará claro de qué protestan los protestantes o por qué los famosos descorbatados se asoman a los medios con cara de cabreo.

La elegancia de la corbata reside en que haga juego con el resto de la ropa. No hay normas escritas sobre el particular, pero las mujeres suelen conocerlas.

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