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Guillermo Dupuy

Hacia una larga legislatura perdida

Lo cierto es que los socialistas bajo el liderazgo de Pedro Sánchez seguirían obteniendo los peores resultados de su historia

Por mucho que el PSOE, en caso de celebrase ahora unas nuevas elecciones, arrebatara un millón de votantes a Podemos, tal y como asegura la encuesta de ABC, o poco más de medio millón, tal y como más prudentemente pronostica el sondeo de El País, lo cierto es que los socialistas bajo el liderazgo de Pedro Sánchez seguirían obteniendo los peores resultados de su historia. Así, y pese a la leve mejoría en porcentaje de voto respecto a las elecciones del 20-D de 2015 o del 26-J de 2016, los socialistas seguirían estando todavía muy lejos de alcanzar los desastrosos resultados obtenidos por Rubalcaba en las generales del 2011. Y lo que es, quizá, más significativo, los socialistas seguirían necesitando del mismo número de rocambolescas alianzas que ahora para soñar con desbancar al PP de Rajoy, a pesar de que este perdería un significativo número de escaños, que no terminan del todo de ir a Ciudadanos.

El único consuelo que la izquierda en general puede encontrar en estas encuestas es que el PP y Ciudadanos se quedarían muy lejos de sumar más de 175 escaños, tal y como durante meses sí pronosticaron numerosos sondeos en caso de producirse unas nuevas elecciones. Así las cosas, seguimos condenados al mismo escenario que nos dejaron las pasadas elecciones generales, con un Gobierno que a penas puede gobernar y una oposición que no le puede desbancar. No me extrañaría que un hombre con un carácter tan acomodaticio como Rajoy viera con buenos ojos esta situación, en la que Ciudadanos no sólo no puede exigirle reformas sino que, por el contrario, también tiene que tragarse los sapos que le exijan las minorías nacionalistas para superar la oposición del "no, no y no" de Sánchez.

Y es que, por mucho que Podemos se desinfle, la formación de Iglesias sigue siendo un factor de división en el electorado de izquierda; y aunque ya no dé tanto miedo a los votantes de derecha que, por este motivo, no se atrevieron a castigar a Rajoy, tampoco Ciudadanos despierta ahora la ilusión que antaño entre estos huérfanos de la derecha liberal-conservadora que votaron al PP con la nariz tapada. En asuntos que este electorado considera esenciales, como es la pusilanimidad del Gobierno ante el envite secesionista o ante nuestro disfuncional modelo autonómico, ante la politización de la justicia o ante nuestros elevadísimos niveles de presión fiscal y endeudamiento público, no se perciben, ciertamente, diferencia alguna entre lo que representa el PP de Rajoy y Ciudadanos.

Así las cosas, todo indica que la defunción requeteconfirmada del bipartidismo no se va a traducir en regeneración alguna del sistema, sino en un anquilosamiento decadente y en una larga legislatura trufada, ya no de traiciones como en la anterior, sino de simples pérdidas de tiempo.

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