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EDITORIAL

El 'impacto de estupidez' de la izquierda de 'género'

Esta izquierda de recuelo, posturera, ignorantísima, es una afrenta a las instituciones y una auténtica calamidad. Pocas cosas son más necesarias que su desalojo de los centros de poder sobre los que han hecho presa.

La llegada al poder de Podemos y sus confluencias en importantes ayuntamientos del país ha servido para conocer de primera mano los experimentos políticos y sociales que esta nueva izquierda tan caduca quiere imponer a los españoles.

Aberraciones como la tolerancia –cuando no el fomento– de la okupación, los ataques al turismo, la persecución del vehículo privado están marcando la política de unos equipos municipales que ni son capaces de solucionar los verdaderos problemas de las ciudades, ni mejoran las vidas de sus habitantes ni cumplen con unos programas electorales que rebosaban demagogia.

Repárese en Madrid. El Ayuntamiento de Manuela Carmena está descollando en despropósitos, incompetencias y disparates: presupuestos que no se cumplen, caos en el grupo municipal que sostiene al Gobierno pero que parece mucho más pendiente de sus querellas internas que de gestionar la ciudad y, por supuesto, hipersectarismo ideológico con cargo al Erario.

La mal llamada política de género es una de esas batallas que está planteando en todas partes esta izquierda siniestra e insensata, y Madrid ha vuelto a ser víctima de una forma de hacer política que produce tanta indignación como sonrojo y que da cumplida cuenta de la estupidez y el fanatismo de esta recua de iluminados.

Decir, como ha dicho la portavoz del Gobierno municipal madrileño, Rita Maestre, que hay "impacto de género" en unos túneles por los que sólo pasan coches es estupefaciente, una manera tremendamente bochornosa de hacer el ridículo y de mostrar unas fobias ideológicas completamente desquiciadas. Es imposible razonar ante un discurso así, tan lacerantemente estúpido.

Se trata de una obsesión insensata, sí, pero al mismo tiempo muy rentable para los que la padecen. Sobre ella se montan observatorios, subvenciones, cursos en instituciones públicas; se pergeñan informes como los que encargan los Ayuntamientos del Cambio a las empresas de los amigotes… A través de tinglados así de incalificables pretenden convertir a la ciudadanía a su credo liberticida. Y si no se convierte, se le fuerza a comulgar con ominosas ruedas de molino.

Esta izquierda de recuelo, posturera, ignorantísima, es una afrenta a las instituciones y una auténtica calamidad. Pocas cosas son más necesarias que su desalojo de los centros de poder sobre los que han hecho presa.

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