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El manoseo de lo social

Que todo universitario español tenga una beca encubierta del 80% del coste es sembrar la confusión sobre qué es y qué no es “lo social”.

Son términos bien definidos, que se manosean al servicio de fines inconfesables. Hoy traigo a colación uno de ellos, que se manosea, prostituyéndose, hasta contrariar su propio significado.

Lo social, constituye hoy un término valorativo. Cierto es que cuando mucho se presume es para encubrir una carencia, no siendo extraño que la continua apelación a lo social oculte la despreocupación por eso, por lo social: por los sectores desfavorecidos, por los que ni con esfuerzo pueden alcanzar lo que a su dignidad corresponde.

¿Sabe la izquierda qué es lo social? Tengo grandes dudas. De sus manifestaciones, parecen conocer qué es lo público y cómo se financia, aunque sin distinguir, en ocasiones, que recursos públicos financien intereses privados, personales o institucionales.

La Ministra de Economía acaba de comunicarnos, con malestar para algunos partidarios de ser fieles a los compromisos, que no vamos a cumplir con el déficit previsto; por lo que, de nuevo, seremos uno de esos países del sur que, ya se sabe…

La causa, el incremento del gasto social presupuestado. Yo diría, el coste por el ansia de gobernar; que no considero gasto social. Sí, un escudo para eludir cualquier discusión, por políticamente incorrecta.

Como a mí esa incorrección no me importa, la discuto, precisamente, en nombre de lo social y de sus verdaderos acreedores. Social es sólo aquel gasto que, en bienes públicos (esenciales para el honesto vivir), se financian en tanto en cuanto son asignados a personas, y sólo a personas, que no podrían acceder a ellos a través del mercado.

Consecuentemente, no es gasto social, por ejemplo, el que financia la educación gratuita universal de primaria, secundaria y en cierta medida de bachillerato, ni lo es el que, sin diferenciación, financia la educación universitaria, en aproximadamente un ochenta por ciento de su coste, a todo alumno de una universidad pública.

Esto no es gasto social, sino despilfarro social; pagado por quienes, mereciendo protección, financian las necesidades, también, de las rentas más altas de la nación. Alguien tiene que explicar a la sociedad que, en virtud de lo social, los impuestos que pagamos todos – repito todos; también los más pobres por el pan comprado a diario – están financiando la educación superior al hijo de una familia con renta de, digamos 500.000 euros.

Que todo universitario español tenga una beca encubierta del ochenta por ciento del coste de la enseñanza pública universitaria es sembrar la confusión sobre qué es y qué no es "lo social".

Por ello diría que las llamadas políticas sociales no son estrictamente sociales, sino simplemente públicas. A los gobiernos no les preocupan los desfavorecidos; sí el poder.

Además, la llamada enseñanza pública no es más pública que la impartida por un centro privado – el bien público es la educación en sí, no quien la ofrezca –. Sí es más estatal, más autonómica o más municipal, financiada a todos, por el esfuerzo de todos.

Acabo pidiendo encarecidamente respeto por lo social; sin manoseos.

En España

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