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Pablo Planas

Mil millones de manifestantes

Este año toca el séptimo desfile del Día de la Victoria. El Ayuntamiento de Ada Colau dirá que habrán asistido tres o cuatro millones de personas.

Este año toca el séptimo desfile del Día de la Victoria. El Ayuntamiento de Ada Colau dirá que habrán asistido tres o cuatro millones de personas.
EFE

Día regional de Cataluña. Asombroso espectáculo. La Assemblea Nacional [sic] Catalana (ANC) afirma que casi medio millón de personas se han inscrito para participar en la flashmob de este 11 de septiembre, de modo que la participación no bajará de los tres o cuatro millones de manifestantes para el Ayuntamiento de Ada Colau. Cinco o seis millones para los organizadores. Es la magia del gran evento anual catalán de la Diada, la multiplicación de los panes y los manifestantes en un ambiente cuqui con sardanas, torres humanas y barra libre de ratafía y pantumaca.

Semejante prodigio, en el que no se tira un papel al suelo ni resulta dañada papelera alguna, es posible gracias a la intrínseca superioridad de la raza catalana frente a las bestias inmundas y carroñeras con forma humana que no cantan Els Segadors, dicen "Generalidad" y "Gerona" y a las que les repugna cualquier expresión de catalanidad, sobre todo de la catalanidad de los Pujol, Mas, Puigdemont, Junqueras y Torras.

Este año toca el séptimo desfile de la victoria. El show de masas comenzó en 2012 con el título Catalunya, nou Estat d'Europa, siguió en el 13 con la Via catalana cap a la independencia, se consolidó en el 14 con el eslogan Ara és l'hora, continuó en el 15 bajo la consigna Via lliure, perseveró en el 16 con un indiciario A punt, persistió el año pasado, que fue la Diada del , y sigue para bingo en el presente, con la república en ciernes. Tan apoteósicos han sido los éxitos de convocatoria precedentes que hay equipos polidisciplinares que ya preparan las próximas citas anuales con eslóganes tan sugerentes como Ahora sí que sí o Del año que viene no pasa.

En medio de estas simpáticas exhibiciones norcoreanas se han celebrado dos consultas ilegales, se ha secuestrado el Parlamento autonómico, se ha declarado la independencia, se ha proclamado la república, se ha fracturado la sociedad, se ha arrasado la economía y se han consolidado el apartheid lingüístico, la escola catalana y el aparato propagandístico.

Pujol puede estar contento. Con él empezó todo y para tapar su sistema corrupto se aceleró el procés. Los Jordis, Junqueras, Forcadell y los consejeros que no se fugaron con Puigdemont están en la cárcel. En cambio él y su familia, tan ricamente, igual que Mas, que esquía en Suiza, navega en Menorca y colecta dinero para sus fianzas de malversador en Barcelona. O como Puigdemont, que gobierna Cataluña desde Waterloo gracias a su fiel recadero Quim Torra, el último molt honorable.

Cualquier otra nación con Gobiernos tan penosos y corrompidos como los de Rajoy y Sánchez no habría resistido ni dos asaltos contra el separatismo catalán, pero España, ciertamente, es diferente, capaz de soportar la incompetencia de sus gobernantes y la presión de miles de millones de manifestantes. O más.

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