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Santiago Navajas

Adoctrinamiento en las aulas

Al adoctrinamiento lo denominan "inculcar valores cívicos". La crítica será sistemáticamente catalogado como “comportamientos y discursos machistas”

Un instituto andaluz tenía previsto castigar a los alumnos varones para que sufrieran en sus propias carnes el heteropatriarcado que las mujeres han sufrido históricamente. Como si el pecado original de la masculinidad se transmitiese a través del cromosoma Y, de modo que tuvieran que expiar lo que podríamos denominar la "culpa de la testosterona". El castigo para los chicos consistía en quedarse en clase mientras las alumnas se iban al recreo. El problema es que la dignidad de las personas exige hacer responsable a cada persona por lo que ha hecho dicha persona no sus ancestros o el colectivo bajo el que puede ser etiquetado. Por ello hay un artículo de la Constitución que reza:

Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.

Aunque es verdad que la Constitución no dice nada del "género", una especie de "sexo social", la última frontera del izquierdismo para generar división, crear resentimiento, manipular a la gente y generar privilegios para los sectarios de su tribu.

Lo del instituto andaluz no es anecdótico sino que es el síntoma del programa que lleva a cabo un grupo de profesores que se consideran más bien "guerreros pedagógicos", consistente en captar estudiantes con tendencias radicales, y/o avasallar a alumnos inocentes, para adoctrinarlos para sembrar semillas ideológicas de cara a las luchas partidistas del futuro. Los pequeños nacionalistas de hoy serán los que den mañana el próximo golpe de Estado. Las juventudes ecologistas serán las próximas levas de los antivacunas y antinucleares. Las feministas alevines que hacen "huelga" en los centros educativos serán las próximas ministras de Justicia que modifiquen la Constitución para acabar con la presunción de inocencia de los hombres heterosexuales cis-género.

Comisarios políticos en lugar de profesores se dedican a explotar la debilidad ideológica de sus alumnos en pleno proceso de formación para destruir lo que consideran errores "pequeño burgueses": la educación propiamente dicha, la libertad personal, el sistema constitucional, el Estado de Derecho, la simetría penal sin discriminaciones, la presunción de inocencia, el honor, el patriotismo… todos ellos "errores" e "ilusiones" de los que supuestamente hay que "despertarlos" para llevar a cabo una revolución que solo será posible si se trabaja la ortodoxia y la acción revolucionaria a la que se sacrificará la familia, los amigos y el matrimonio, así como la verdad, la libertad y la justicia.

En lengua orwelliana, al adoctrinamiento lo denominan "inculcar valores cívicos". La crítica al feminismo hegemónico será sistemáticamente catalogado como "comportamientos y discursos machistas" y se criminalizará a los opositores al dogma dominante como si estuvieran "discriminando a las mujeres y victimizando a los hombres". No se dejará ni que escuchen música ni vean vídeos o películas tranquilamente porque todo lo contaminarán de política siguiendo el cliché feminista-leninista de que "lo personal es político", anulando la autonomía tanto de la estética como de la ética. Si sus padres tildaron a John Ford de fascista, los nuevos inquisidores tratan de machista a cualquiera que cante al amor romántico ya se llame Joaquín Sabina, Serrat, Mecano, Alaska y Dinarama, Loquillo o Maluma.

La joya de la corona de esta "educación para ciudadanía feminista" consiste en talleres de masculinidad donde se trata a los alumnos como si fuesen enfermos que tienen que someterse a terapia para así convertirse en "hombres nuevos", una especie de "renacidos" que abandonen esas manías heteropatriarcales que se empeñan en reproducir los chicos como jugar al fútbol, ser competitivos, pegarse e insultarse amigablemente y tratar de ligar (y luego consolarse por su fracaso). Tras haberlos (de)construido según la ideología de género tendríamos unos niños y adolescentes susceptibles de ser captados para los comandos que aparentan ser ovejas feministas pero que en realidad son lobos marxistas.

En ciertas zonas de Andalucía se pronuncia "aulas" de manera que parecen decir "jaulas". La extrema izquierda -siguiendo a uno de sus gurús, Michel Foucault- consideró la institución educativa semejante a las prisiones o los manicomios en cuanto que serían centros de represión y disciplina. Hasta que la izquierda consiguió el poder y el control de dichas instituciones. Desde entonces ha convertido las escuelas, institutos y universidades en centros de adoctrinamiento donde castigar y vigilar a los alumnos que se salgan del guión políticamente correcto y del feminismo de género. Han convertido las aulas en jaulas. Y esta vez no como una cuestión fonética, sino ideológica.

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