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Federico Jiménez Losantos

El epitafio de Rubalcaba: "España merece un Gobierno que le mienta"

El entierro del gran artífice mediático y político de ese 11M que parecen olvidar algunas de sus víctimas fue tan grotesco como el de Tierno y tan de partido como el de Isaías Carrasco.

El entierro del gran artífice mediático y político de ese 11M que parecen olvidar algunas de sus víctimas fue tan grotesco como el de Tierno y tan de partido como el de Isaías Carrasco.
Capilla ardiente de Rubalcaba en el Congreso. | TV

Dicen que en España se observa la norma social de "no hablar mal de los muertos", incluso de los políticos. Será si son de Derechas, porque hace cuarenta y tres años que murió Franco, jefe militar y político de la media España que ganó la guerra civil que le había declarado la otra media y sus hijos políticos siguen empeñados en asaltar su tumba y aventar sus cenizas, tras elevar a categoría de ley la condena de sus cuatro décadas en el Poder.

De hecho, la Izquierda impuso, sin lucha, al PP de Rajoy y al C´s de Rivera una Ley de Memoria Histórica que, pese a que lo deslegitimaba, firmó Juan Carlos I. Esa Ley que ordena lo que debemos recordar cuenta ahora con una Comisión de la Verdad que Orwell creyó metáfora de Stalin y Pedro Sánchez ha convertido en comisariado ideológico-administrativo capaz de multar y prohibir cualquier libro y encarcelar a cualquier autor que defienda o abrigue la sospecha de que el Gobierno del Frente Popular de la II República en Julio de 1936 era ilegítimo y criminal. Si esto no es hablar mal de los muertos -de los miles de asesinados en Paracuellos, por ejemplo-, que venga Dios y lo vea… siempre que no lo traiga Bergoglio.

El héroe de la jornada de reflexión del 13M

Mariano Rajoy, que sigue sin explicar por qué no dimitió para impedir que Sánchez llegase al Poder junto a comunistas y separatistas, se ha apresurado a glosar las virtudes del finado Alfredo Pérez Rubalcaba, el que, manipulando la masacre del 11M, convirtió la Jornada de Reflexión del 13M de 2004 en abyecto acto electoral contra el Gobierno Aznar; el que cercó, con la ayuda del imperio Prisa, dentro del que ha muerto como consejero editorial, las sedes del PP; y el que encerró al candidato Rajoy en Génova 13, desde la que pidió gemebundo auxilio ya de noche. Nada de eso ha querido recordar Rajoy, y pocos han evocado la frase de Rubalcaba en aquel día infame, que, desmentida como toda afirmación de su autor, podría servirle de epitafio: "España se merece un Gobierno que le mienta". No todos los españoles, pero sí muchos, más que suficientes para merecerlo.

Depreciada como están la palabra "estadista" y el concepto "hombre de Estado", es lógico que se apliquen a cualquier difunto o simplemente jubilado de la política. Pero, dejando aparte la valoración personal, que es asunto de familia, allegados y allegadas -la más famosa, también difunta-, conviene recordar brevemente cómo ha perjudicado Rubalcaba a lo largo de su carrera los intereses del Estado y de la Nación. Llegó con un centón de penenes a la cátedra, sin afrontar las oposiciones de la generación anterior, exactamente igual que la LOPJ de 1985 enterró a Montesquieu y con él a los jueces de la meritocracia franquista y ucedista, para sustituirlos por los de carné socialista o comunista.

Los grandes servicios del "estadista"

Como Secretario de Estado y Ministro de Educación, Rubalcaba fue uno de los grandes artífices de la LOGSE, engendro pedagógico que ha destrozado la enseñanza pública. Ministro de la Presidencia del Gobierno del GAL y trujamán de la infame campaña guerracivilista del dóberman en 1993, se fingió luego estadista y, con Aznar en el Poder, pactó la Ley de Partidos y hasta redactó el preámbulo contra el PNV, que, desde el instante en que la firmó, fue traicionada por el PSOE. Se reenganchó al poder zapaterino gracias a su fechoría del 13M y a la ayuda de PRISA, a la que ha servido hasta el final; y en la primera legislatura de ZP hizo lo contrario de lo que ahora se le adjudica: resucitó a la ETA para pactar con el partido que la heredó y creó un Frente Popular-Separatista para expulsar de la política a la media España de Derechas y liquidar el régimen constitucional de 1978. Fracasó como líder de partido, y no por jugar limpio en las primarias contra su otrora íntima Carmen Chacón, sino porque en el PSOE reinaba el dicho "Rubalcaba, si te vuelves, te la clava". Las urnas lo obligaron a dimitir.

Como ministro del Interior de ZP, protagonizó un escándalo tras otro a través de su policía favorito, JAG, presente en la comida de las cloacas (con Garzón, Delgado, Villarejo y "El Gordo") y en la instrucción delictiva del Caso Gurtel. Pero quizás lo que retrata mejor la falta de escrúpulos de Rubalcaba, amén del 13M, es el Caso Faisán, llamada telefónica a la ETA para evitar que la policía detuviera al comando que cobraba el "impuesto revolucionario" ¡para no estropear un encuentro de ZP con Josu Jon Imaz!

Su integración, a la distancia justa para no aparecer como jefe, en las cloacas del Estado se acreditó al recibir tres horas a Fernández Díaz como ministro cesante de Interior para darle las líneas maestras de la política que debía seguir con la ETA: la misma. Uno soltó a De Juana y otro a Bolinaga. Por supuesto, Villarejo y El Gordo siguieron mandando en Interior y el PP se quedó con las mismas cloacas que manipularon las pruebas del 11M y le negaron la victoria electoral en 2004. En 2011, les daba exactamente igual.

También se celebra el papel de Rubalcaba en la abdicación de Juan Carlos, cuando no podía hacer otra cosa, con Felipe detrás, que unirse al apaño de Gallardón, Rajoy, Torres Dulce y Spottorno, hombre de PRISA como él mismo. Se olvida que suscribió el "cortafuegos" de la infanta Cristina y Urdangarín, que ha hecho a la Corona más daño que Corina. Todo se olvida cuando el que tiene que recordar pierde voluntariamente la memoria, como le pasa a la derecha idiotizada y al periodismo cretinoide.

Una nación sin memoria no tiene futuro

Lo peor de la canonización de Rubalcaba como algo distinto de Pedro Sánchez, cuando éste es tan heredero suyo como de ZP, y observa el mismo sectarismo a que la Izquierda viene sometiendo a España, es que dentro de dos semanas corremos el peligro de cosechar en las urnas el triunfo póstumo de Rubalcaba y Tierno Galván, dos impostores a los que la empresa de Pompas Fúnebres de la Izquierda, con la clásica escolta de plañideras maricomplejines y meapilas piadosos, han logrado convertir en símbolos oficiales de una España en la que sólo tiene futuro el que olvide el pasado, siempre que sea verdad y favorezca a la Derecha. De perjudicarla, deberá recordarse cada día, hasta el del Juicio Final, que instruirá Garzón.

Si las urnas, porque los partidos no parecen capaces de hacerlo, no lo remedian, el entierro del gran artífice mediático y político de ese 11M que parecen olvidar algunas de sus víctimas, tan grotesco como el de Tierno y tan de partido como el de Isaías Carrasco, nos acerca al entierro de cualquier alternativa de derechas a la liquidación del régimen constitucional. O sea, a una oposición sin suficiente respaldo popular y con la nación a la intemperie. Y como una nación sin memoria no tiene futuro, a ese abismo nos asomamos. En el fondo, será un tributo a Rubalcaba, el hombre que siempre fingió lo que no era; el que, cuando dijo "España se merece un Gobierno que no le mienta", quería decir exactamente lo contrario, siempre que el que mintiera fueran él o su partido. Y nadie con memoria podrá decir que Pedro Sánchez Cum Fraude no es un dignísimo sucesor.

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