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Eduardo Goligorsky

Preparados para resistir

Todos los totalitarismos engendran monstruos de su misma estirpe y el supremacismo identitario y el comunismo reciclado no son excepciones.

Todos los totalitarismos engendran monstruos de su misma estirpe y el supremacismo identitario y el comunismo reciclado no son excepciones.
Diputados nacionalistas en el Parlamento de Cataluña | EFE

Sería el colmo de la estulticia negar que el 26 de mayo se juega en las urnas el futuro de España. Las elecciones del 28 de abril nos pusieron al borde del abismo, y esta segunda vuelta, aunque aparentemente de orden menor, puede darnos el empujón final o arrojarnos un salvavidas de emergencia. El desenlace depende de que una mínima fracción de la masa que votó dejándose guiar por las emociones atávicas, por resentimientos sociales o por lealtad a unas siglas lo haga esta vez después de tomar una decisión cuidadosamente razonada.

Recuperar la cordura

La diferencia entre los dos bloques que compitieron el 28-A no fue tan grande como quieren hacernos creer algunos mapas teñidos de rojo. Los constitucionalistas, mal llamados derechas, sumaron 11.276.920 votos, y los desestabilizadores, mal llamados izquierdas, 11.626.001. Los supremacistas catalanes y los sabinoaranistas vascos viven en otro mundo gobernado por la genealogía, no por la democracia, y solo pesan en la balanza cuando practican sus chantajes. La ley electoral de base provincial ideada en 1977 para Adolfo Suárez hizo el resto.

El 26 de mayo podemos recuperar la cordura. Allí donde se celebran elecciones autonómicas no hay nada escrito sobre las mayorías que serán el producto de las coaliciones postelectorales en ciernes. Lo mismo vale para las municipales. Las únicas líneas rojas para los constitucionalistas son las que cierran el paso a los enemigos de la unidad de España y de la convivencia entre sus ciudadanos libres e iguales.

Por ejemplo, el veto de Ciudadanos al sanchismo en el orden nacional no se aplica a las agrupaciones locales del PSOE que no practican el entreguismo compulsivo de la cúpula partidaria. Manuel Valls acaba de manifestar su preferencia por pactos con el PSC (El Confidencial, 12/5), a pesar de la escasa o nula fiabilidad de los Iceta y compañía, porque sabe que las bases socialistas del área metropolitana repudiarán todo compromiso con los rebeldes racistas y xenófobos. Si Jaume Collboni pacta con Ernest Maragall y/o Ada Colau, también chocará con sus bases. A Valls lo acompañan, asimismo, los catalanistas de Lliures porque no cruzan las líneas rojas. Bienvenidos.

Las peores pesadillas

De todos modos, el alto porcentaje de indecisos y de ciudadanos que se declaran dispuestos a cambiar a último momento su opción, abre un abanico de posibilidades entre las que cabe el éxito de los depredadores. En cuyo caso deberemos estar preparados para resistir por la vía democrática la embestida del Frente Popular resucitado y del secesionismo racista. Las autonomías y las ciudades donde se imponga la mayoría constitucionalista deberán convertirse en los bastiones de esa resistencia pacífica, que brindarán apoyo fraternal a los focos de patriotismo cívico repartidos por el resto del Reino. A lo que no nos resignaremos es a ver a España desgarrada y humillada por este clan de fanáticos retrógrados ebrios de guerracivilismo.

Las encuestas que pronostican la disputa entre Ernest Maragall y Ada Colau por el primer puesto en la elección de Barcelona bastan para alimentar las peores pesadillas. Sobre todo cuando uno los imagina sumando sus fuerzas para ocupar la alcaldía de "la improbable capital de una república inexistente", como ironiza el experto en demoscopia Carles Castro (LV, 13/5). Uno es el candidato de ERC, un partido que concurre a las elecciones europeas amancebado en la papeleta de Ahora Repúblicas con EH Bildu, blanqueador de los asesinos etarras; en tanto que la otra ha encarnado durante su mandato como alcaldesa la aversión a la iniciativa privada, al derecho de propiedad y a las fuerzas de seguridad locales y nacionales. Juntos o por separado pueden degradar Barcelona al nivel provinciano de la Cataluña profunda, que reniega de los valores de la Ilustración europea.

Poder destructivo

El poder destructivo de estos elementos antisociales no tiene límites. Redujeron a escombros sus propios partidos políticos tradicionales, comprometieron en sus chanchullos a prestigiosos centros de enseñanza, colegios profesionales, iglesias y clubes deportivos. Y ahora toman por asalto la Cambra de Comerç (Cámara de Comercio) de Barcelona con los votos del 4,55 por ciento de los socios. Ninguna de las 190 empresas que han concurrido a las elecciones ha superado los 300 votos. Y gracias a un sistema electoral torticero la ANC secesionista se lleva el 80 % de los escaños con menos del 40 % de los votos. Las candidaturas de Enric Creus y Carles Tusquets solo consiguen el 8 % de los escaños con el 44 % del total de votos emitidos (LV, 14/5).

Los ganadores –que recibieron los plácemes del atrabiliario Quim Torra por haberse "impuesto a la conspiración" (sic)– son totalmente ajenos e incluso hostiles a la trayectoria de la Cámara. "Hemos de decir que no hemos estado nunca en la Cambra y lo primero que tenemos que hacer es conocer la casa y cómo funciona", confesó Joan Canadell, posible nuevo presidente de la institución (Manel Pérez, "Terremoto en la Cambra", LV, 12/5). Agrega Pérez:

Los vencedores sí se han lanzado a hacer declaraciones, algunas anunciando ajustes de cuentas con las grandes empresas, especialmente las que tras el referéndum del 1-O del 2017 decidieron trasladar sus sedes fuera de Catalunya, más de 3.000, la parte más visible y de mayor envergadura del mundo corporativo catalán.

El "terremoto", como lo califica Pérez, abre grietas en la burguesía catalana cuidadosa de sus intereses. Editorializa La Vanguardia (13/5):

En la nueva etapa, sin embargo, se deberá buscar el pacto y el equilibrio, porque si las grandes empresas abandonan la Cambra, peligrará también su financiación y su influencia como eina de pais [herramienta de país].

Incluso al estratega Francesc-Marc Álvaro le preocupa el desenfreno de la marabunta invasora ("Paradoja en la Cambra", LV, 13/5):

Hay un independentismo que se mueve al margen de las previsiones y de la lógica de ERC y de JxCat, lo cual genera inquietud en el ámbito institucional (…) Entornos de ERC y posconvergentes temen que Canadell y los suyos actúen en caliente, sin generar las complicidades imprescindibles para pilotar una entidad como la Cambra.

La horda está aquí

La caja de Pandora está abierta y los vándalos han salido de ella. Todos los totalitarismos engendran monstruos de su misma estirpe y el supremacismo identitario y el comunismo reciclado no son excepciones. El fruto de esta multiplicación de energúmenos es una horda que ahora está aquí y sería letal que ocupe puestos clave el 26 de mayo y nos coja desunidos y desprevenidos.

El frente de resistencia deberá ceñirse a unas condiciones que encontré sintetizadas, con precisión notarial –y con un solo punto discutible que señalaré más adelante– en un artículo que Juan-José López Burniol escribió antes de las elecciones del 28-A –sin abdicar de su catalanismo de pura cepa ni de su talante siempre conciliador– con la mirada puesta en las alianzas que tendrían que forjarse si ningún partido se adjudicaba la mayoría absoluta, como finalmente ocurrió ("El día después", LV, 20/4):

Estas alianzas, dada la gravedad de la situación política en la que nos hallamos (con mucho la más grave desde el inicio de la transición) no podrán sobrepasar cuatro líneas rojas que habrían de quedar bien definidas. 1) No admitir, ni tan siquiera de un modo indirecto, la negociación sobre el derecho de autodeterminación. 2) No asumir el cuestionamiento, aunque solo sea implícito, de la monarquía. 3) No aceptar la aplicación del artículo 155 de la Constitución como única forma de afrontar la cuestión catalana. 4) No pactar con antiguos terroristas que, tras haber cumplido sus condenas, sigan promoviendo desde dentro de las instituciones el enfrentamiento civil y la erosión del Estado.

Es verdad que el talante conciliador se refleja en el rechazo al artículo 155, pero un análisis atento revela que no se lo acepta como "única forma de afrontar la cuestión catalana", expresando el deseo de buscar otras formas de hacerlo, aunque sin descartarlo taxativamente si estas otras formas no funcionan. Sutilezas notariales. El resto está claro. No al secesionismo. No al republicanismo implícito en el Frente Popular. No a los pactos con Arnaldo Otegi y su banda.

Tarea pedagógica

La tarea pedagógica de los partidos constitucionalistas en los días que faltan para el 26-M deberá centrarse en el caladero de los ciudadanos indecisos y -¿por qué no?- de los afines al PSOE, para volcarlos a favor de los candidatos que asumen públicamente el compromiso de convertir las autonomías y los municipios donde viven en plazas fuertes de la solidaridad y la convivencia con sus compatriotas y con el resto de Europa. No se trata de optar entre izquierdas y derechas, como quieren hacernos creer los falsarios de la prensa sectaria y de las redes sociales tóxicas, sino de optar entre España o un mosaico de ínsulas etnocéntricas; entre la libertad de iniciativa y pensamiento o la disciplina totalitaria; entre el modelo europeo o el mamarracho del Brexit.

Cuidado con las ortodoxias que dividen y con los mesías de todo a cien. Repito la consigna que lancé en mi artículo anterior: unidos por el espanto.

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