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Eduardo Goligorsky

La sociedad cautiva del golpe

Solo cuando todos los culpables de este interregno doloroso de la historia de España hayan sido desalojados podremos salir del cautiverio.

Solo cuando todos los culpables de este interregno doloroso de la historia de España hayan sido desalojados podremos salir del cautiverio.
Laura Borràs intentó agraviar a Felipe VI | Cordon Press

Quienes vivimos en Cataluña no podemos dejar de sentirnos menospreciados cuando algunos juristas contradicen a la Fiscalía y argumentan que los delitos perpetrados en septiembre y octubre del 2017 no fueron un golpe de Estado. La mayoría de nosotros carece de los conocimientos de Derecho necesarios para polemizar con estos juristas, pero nuestra experiencia cotidiana nos confirma que vivimos en una sociedad cautiva de dicho golpe.

Nos toman por idiotas

Cataluña funciona como una taifa donde no rigen las leyes y las instituciones del Reino de España. Una taifa sometida a los caprichos de un puñado de caciques que se disputan el bastón de mando sin un asomo de pudor. Los negacionistas del golpe alegan que los imputados no recurrieron a la violencia ni a las fuerzas armadas. Nos toman por idiotas. El golpe se ciñó a un plan metódicamente diseñado con la consigna "hoy paciencia, mañana independencia".

La reciente toma por asalto de la Cámara de Comercio de Barcelona no ha sido más que la última prueba visible de la metodología aplicada a lo largo de todo el golpe encubierto que el nada honorable Jordi Pujol puso en marcha en 1982: cooptación gradual de los centros de enseñanza, medios de comunicación, colegios profesionales, sindicatos y clubes deportivos, para ponerlos al servicio del objetivo final. La rotación intempestiva de mandos de los Mossos d´Esquadra ha sido la guinda del pastel, y la entrada del supremacista monotemático Ernest Maragall en la alcaldía de Barcelona por la puerta de atrás sería, si se consumara, la codiciada joya de la corona… republicana.

Nuestros carceleros

El modelo aplicado no ha sido el de los alzamientos militares entre gallos y medianoche, sino el del putsch que Adolf Hitler inició en 1923 en una cervecería de Múnich para culminar en 1933 cuando ascendió a Führer del Tercer Reich, tras diez años invertidos en el adoctrinamiento de jóvenes, las movilizaciones de masas y el reclutamiento de feroces fuerzas de choque. Inicialmente, Hitler pasó en una cárcel de cinco estrellas solamente nueve meses de los cinco años a que había sido condenado, y los aprovechó para conspirar con sus esbirros, conceder entrevistas y escribir la primera parte de su infame Mein Kampf (Mi lucha). ¿Les suena la historia de este "preso político"?

Y así estamos, cautivos del golpe. Porque si los doce acusados de haber activado la trama subversiva están en el banquillo esperando la sentencia del Tribunal Supremo, todo funciona en Cataluña como si los cabecillas presos o fugados siguieran gobernando. Unos imparten instrucciones desde su politburó carcelario en tanto que otros lo hacen desde palacetes flamencos. Pero lo más aberrante es que quienes manejan Cataluña como si fuera su hacienda particular, blindada contra las leyes y las normas de convivencia civilizada, son los secuaces impenitentes de esos cabecillas presos o prófugos, cuyas instrucciones aplican al pie de la letra. Los golpistas, estén donde estén, son nuestros carceleros. Estos carceleros, que dicen estar avalados por dos millones de votos, abusan obscenamente de tres millones y medio de catalanes discriminados por su cosmopolitismo que -las urnas lo confirman- no los han votado ni los votarán jamás.

El combustible de los parásitos

El tribunal benévolo de Schleswig-Holstein se mostró dispuesto a aceptar la imputación de Carles Puigdemont solo por malversación. El juez Llarena no aceptó esa reducción de cargos y el prófugo continúa su campaña difamatoria en los pocos chiringuitos donde consigue infiltrarse. Sin embargo, la malversación del dinero de todos los españoles es el combustible con que estos parásitos alimentan los motores del golpe. El 6 de junio, el presidente putativo de la Generalitat reunió en Bruselas a los doce emisarios de su taifa para exhortarlos a viajar por el mundo denunciando "la represión" en Cataluña (LV, 7/6). Doce paniaguados del tabernario Diplocat, que han recuperado su estipendio tras la derogación del 155.

El día que se divulgue la malversación de fondos públicos desviados de la educación y la sanidad hacia las cloacas de la trama supremacista, muchos catalanes todavía encandilados por el procés renegarán hasta de Prat de la Riba.

Falsarios trashumantes

Los falsarios trashumantes no son solo los vivales del Diplocat. El Institut del Teatre Barcelonés ha montado su propio pabellón, separado del de España, en la Cuatrienal de Escenografía de Praga. En el recinto se proyectan escenas atribuidas a las cargas policiales del 1-O y el discurso del Rey del 3-O (LV, 7 y 10/6).

Un discurso que se ve, como el resto de imágenes, en una pequeña pantalla, y se escucha distorsionado. La sorpresa viene cuando por encima de la pantalla asciende una bandera con Piolín, cuya voz parece también sonar sobre el discurso del Monarca.

Las autoridades del Institut del Teatre, que contó, según la crónica, con la ayuda económica del Institut Ramon Llull, "ofrecieron, más que una conferencia, un verdadero mitin", en el que también participaron palanganeros supremacistas, con las consabidas diatribas contra España y muestras de solidaridad con el rapero Valtónyc, compositor de odas al asesinato y la tortura.

La malversación nos despoja

No es España la que nos roba sino los malversadores que llenan el buche de las aves carroñeras en el festín de la plurinacionalidad ficticia. Los ciudadanos de a pie pagamos el pato. La malversación que engorda a la troupe del golpe nos despoja de los servicios básicos. Lo atestigua un editorial ("Más médicos para Catalunya", LV, 7/6):

El sistema sanitario catalán está sometido a una profunda tensión, con un constante aumento de las listas de espera, derivado en gran parte de su insuficiente financiación. El presupuesto actual de la sanidad catalana, prorrogado desde el 2017, es de 8.800 millones de euros, mil millones menos que en el 2010. La salud pública en Catalunya recibe el 3,8 % del producto interior bruto frente al 6,3 % del conjunto de España y el 7,3 % de la Unión Europea, lo que supone un desajuste evidente que, por el momento, se sostiene gracias al enorme esfuerzo y dedicación de los profesionales del sector.

Efectos retardados

La desfachatada emisaria del JxCat tribal, Laura Borràs, se adjudicó una representatividad de la que carece y, colada en la Zarzuela, intentó agraviar a Felipe VI jactándose con chulería barriobajera de que Cataluña no tiene rey. Lo que esta Cataluña cautiva del golpe no tiene, por ahora, es una administración regional decente que se preocupe por el bienestar de los ciudadanos. Después de que el Tribunal Supremo dicte la sentencia en el juicio a los golpistas de septiembre y octubre del 2017, la Fiscalía del Estado deberá abocarse al estudio de las abundantes pruebas materiales que incriminan a los suplentes de los sentenciados que, con Quim Torra a la cabeza y sublevado espectacularmente contra la aún desconocida sentencia del Supremo, se obstinan en mantener a la sociedad catalana cautiva de los efectos retardados de dicho golpe.

Solo cuando todos los culpables de este interregno doloroso de la historia de España hayan sido desalojados definitivamente de los puestos de mando y enviados a donde corresponda para purgar su felonía, podremos salir del cautiverio y recuperar la libertad, la solidaridad y la prosperidad perdidas.

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